Estos artículos de Bouvier, no directamente relacionados con el tema de los yerbales, se publicaron en medios de la prensa brasileña entre 1907 y 1908, principalmente durante el viaje que el francés realizó por el sur de Brasil. Bouvier firmó casi todos los artículos con el nombre "Julião Bouvier". Estos artículos se han recuperado de las colecciones digitales de la Biblioteca Nacional de Brasil (https://memoria.bn.gov.br/). En muchos casos, se ha incluido un enclace para acceder a la versión digitalizada del diario original. Esperamos transcribir más artículos en los próximos meses.
JULIÃO BOUVIER
De Asunción a Rio de Janeiro
La frontera.–Miradas atrás y miradas adelante.–El Estado do Paraná.–La zanja de Rómulo.—Ferro carril interoceánico.—Here’s the smell, etc.—Las sorpresas del porvenir.—El que madruga oye misa y compra carne.—El futuro de Barracão.
Por fin había llegado a la frontera que separa al Brasil de la República Argentina.
De aquel día en adelante podía ingresar en la familia de los caracoles pues en seis días y medio, había hecho 24 leguas. Podía felicitar también al Gobierno de Misiones, que por lo visto, merecía aspirar a un gran premio en la futura exposición de 1910, en el centenario de la Independencia, con tan solo presentar en ella las vistas de los tres caminos estratégicos, reales, departamentos, vecinales y tapizales que conducen al Barracón Argentino o sea:
La Frontera
CAMPIÑA DE AMÉRICA
Como quiera que sea, yo había realizado una parte muy importante de mi viaje, pues había cruzado dos de las tres naciones que tenía que atravesar.
Cierto, dos mil y pico de kilómetros me separaban todavía de la bahía de Rio de Janeiro, esa obra que la naturaleza creó al evocar un sueño paradisiaco; pero también, cuán lejos quedaba atrás de mí, Asunción la parásita, Asunción la corrompida, sin alma nacional, sin patria definida, sin religión verdadera!
Qué lejos estaba el cepo, el infamante cepo de su cárcel pública! Que lejos estaban los inmundos tugurios donde García, ese ser fatal producido por las infecciones electorales de los suburbios de Buenos Aires, sumía a los periodistas independientes!
Todo aquel pasado no lejano me parecía un sueño, un sueño negro. Y sin embargo, ayer no más yo estaba entre las uñas del despotismo. (1)
Ahora yo estaba en el Brasil, en esta tierra hospitalaria y generosa donde las garantías individuales no son vanas palabras.
Estaba en la Inglaterra Sudamericana donde el culto a las leyes puede más que consideraciones de otra índole; y donde la dignidad nacional encarnada en cada miembro de la sociedad, por humilde que sea, es un patrimonio sagrado, porque los brasileros al respetar a los demás y a sus ideas, por fuerza natural se hacen respetar a sí mismos y a su patria.
Y por todo eso, me felicitaba.
Heme aquí entrando después de catorce años de ausencia en el más espléndido y en el más vasto reino de la naturaleza en la América del Sud. En este territorio tan inmenso donde un triste viajero como yo es un simple grano de arena, solo tengo tres conocidos a quienes debo muchas finezas recibidas en otros tiempos: el Doctor João de Menezes Doria en Curityba y los Señores José Luis Chapot y Eugenia de Santa María en Guarapuava.
A ellos pues va mi primer saludo al pasar el Pipiri: a ellos y a la prensa brasilera sin distinción de color político, y a la prensa del Estado do Paraná con especialidad por ser suyo el radio de acción donde he penetrado primeramente.
Heme aquí, pues. Aquí en Barracón.
Las ondulaciones del terreno cubiertas por miles de araucarias desaparecen como las olas del mar cuando se está en un pequeño bote que el vaivén de las ondas esconde entre dos lomas movedizas. Así también aquí se encadenan las colinas; pero atrás de esos cortinajes de pinos corpulentos, se adivina el Brasil con todas las riquezas particulares a cada una de sus diferentes zonas; con sus glorias históricas acumuladas en un panteón que el patriotismo aboveda en el cielo; con su civilización moderna encauzada en el progreso de la colectividad por el esfuerzo y las aspiraciones de las clases ilustradas; con la exquisita sociabilidad de sus sociedades aristocráticas por naturaleza; con la esmerada educación de sus hijos que, aun siendo verdaderos enciclopédicos algunos de ellos nunca hacen el más pequeño alarde de su saber; (2) y sobre todo, por la característica nacional de ese pueblo que con la calma de un coloso que tiene conciencia de sus fuerzas, las reserva para ayudar a los demás y tal vez a sus propios detractores.
(Continúa)
(1) Para los que no han leído las relaciones anteriores de mi viaje, debo dar las siguientes explicaciones. El 30 de junio 1906 al bajarme del tren en que venía del interior del Paraguay, fui apresado y puesto en el cepo durante cinco días y cinco noches sin que se me dijera por qué. Cuatro días después trajeron a la Cárcel al Doctor Audibert, exministro plenipotenciario y actual director del diario «La Ley», a José D. Acosta director de «El Enano»; Enrique S. López, director de «La Tarde»; Modesto Gugiarri, director de el «Alón»; Rufino A. Villalba, director de «Rojo y Azul». Los otros periodistas entre los cuales se contaba a Ricardo Brugada ex-encargado de negocios del Paraguay en Rio de Janeiro lograron escapar. Después fuimos todos deportados, pero antes, todos fueron maltratados de hechos y de palabras. Los pusieron con los criminales a razón de un periodista por cada celda de diez criminales. Dormían en el suelo inmundo, humedecido por la orina de los presos. La causa de su prisión era de haber protestado contra la candidatura del general Ferreyra para la presidencia de la República, alegando que él había hecho armas contra su patria durante la guerra 1865-70.
Yo quiero saber si en todo el Brasil hay UN SOLO BRASILERO que admitiría sin protestar, para su Presidente de la República, a un hombre que en otra época hubiera combatido en contra del Brasil con las armas en la mano, derramando la sangre de sus hermanos, derramando sangre brasilera!
En cuanto a mí, mi débito era de haber recibido por dos veces bajo de mi techo, en Santa Rosa, al General Ferreyra, de haberle dado banquetes y bailes, a él y a sus acompañantes.
«Cepo y destierro»; He aquí cómo paga la hospitalidad que se le da el actual Presidente de la República del Paraguay Dr. General Benigno Ferreyra.
(2) Es fama casi general en Sudamérica entre las clases de escasa educación y pobres de conocimientos etnográficos, que los brasileros son orgullosos. Nada es más falso y los que esto dicen ni en sueño han visto el Brasil, o si lo vieran, no trataron con las sociedades ilustradas. Hay es cierto un orgullo de raza bien acentuado; el orgullo de ser brasilero. Como las aguas de su gran Amazonas que no se mezclan así nomás, de buenas a primeras, con las del Océano, el brasilero no da confianza, ni su amistad a cualquier advenedizo, pero cuando le da, es para siempre. Aprecia, ama o aborrece una sola vez. Le gusta más escuchar que hablar hasta por los codos; pero atiende a la conversación y es capaz de repetirla como un fonógrafo, dos o tres años después de haberla tenido. No le gusta las compadradas, las canchadas con palitos o con facones envainados, ni los cortes con quebrados; en fin no le gustan los juegos de mano y hace bien.
Juego de manos
Juego de villanos
No le gustan las mentiras y como es muy atento a lo que se le cuenta, pronto «pesca» al charlatán y lo desprecia.
Le gusta vestir bien, con esmerado aseo. Eso se llama higiene en otros países.
Hay brasileros que hablan varios idiomas y posean una erudición muy sobresaliente; sin embargo los extraños lo ignoran, porque aquí solo se saca el reloj del bolsillo para saber la hora y no para mostrar que se tiene reloj.
JULIÃO BOUVIER
De Asunción a Rio de Janeiro
(Continuação)
Pues, como les iba diciendo, estoy en Barracón: es decir en la puerta figurada que da acceso al Brasil entrando por Oeste del Estado do Paraná, uno de los más favorecidos por la naturaleza.
Efectivamente: en el Estado do Paraná están esparcidas todas las bellezas panorámicas y todas las utilidades industriales; y eso, en un gracioso desorden que denuncia una creación inquieta, pero soberbia y poderosa.
Aquí el Iguazú se desgarra a sí mismo formando la más hermosa catarata del mundo entero. Sus aguas en «La Herradura» (3) se desploman desde 68 metros de altura, pero respetan el «Misántropo» un arbusto suspendido sobre el abismo de donde mira las flores de la segunda meseta y las vorágines de la Garganta del Diablo.
Esto, es la belleza aliada a lo sublime de lo concebible; pero cerca está lo útil: las mil y mil plantas de yerba mate y los millones de pinos que sobresalen como tambores-mayores en el gran ejército de las maderas de construcción.
Aquí, como una alfombra turca, se extienden campos de pastores poblados de haciendas, donde las naturales del país tiran el lazo con la gracia al parecer inimitable de los rio-grandenses: sin revoleos, sin ruido, sin compadreadas: rollo tras rollo, encadenados y separados al mismo tiempo como los penachos de humo de una locomotora.
Más al Norte, cascadas pirenaicas entre Guarapuava y Ponta Grossa forman arroyos turbulentos que arrastran lentejuelas de oro o piritas de cobre.
Al Oeste, el Guairá sombrío y majestuoso, gasta inútilmente sus fuerzas de gigante generoso en unas oleadas que repitan sus bramidos, pero no su importancia utilitaria.
De Noroeste a Sud, el Paraná profundo como el mar gira remolineando entre rocas antediluvianas que testigas fueran en el bautismo de la Tierra. En ciertos puntos tiene doscientos y más metros de fondo, y en todo su curso, del Guairá al Iguazú, mide quince brasas más de agua que el canal de la Mancha, entre Douvres y Calais.
Al Este, es un sueño de marinero cansado de navegar. Una cadena de transparentes humaredas que mariposean sobre las costas azules.
Allí, el mar, en los días de bonanza, descansa como fatigado a orillas de promontorios que esperan los despojos de un Chateaubriand para conservarlos con cariño en una tierra situada entre el Océano y el cielo, entre la ola y la nube, entre la espuma y el Sol.
Y ¿qué decir por ese camino que va de Curityba a Paranaguá, maravilla de ingeniería que yo he entrevisto como en un sueño hace catorce años, pero cuyos atrevidos serpenteos guardo todavía en mi memoria?
¿Y a qué comparar la calma de ese río Tibagy que encierra preciosos diamantes, mientras que no lejos suyo, el Yvai o Rio de los Patos vive perennemente alborotado? El primero es el emblema de la verdadera sabiduría y el segundo, representa la petulancia.
Yvai: agua fea, en guaraní – Mucho ruido y pocas nueces.
¿Para qué seguir? Otra pluma y no la mía es la que puede describir esas bellezas que no es dado a cualquiera reproducir a no ser que un don de la naturaleza le ayude a traducirlas en palabras escritas. El Estado do Paraná espera todavía el «Bernardino de Saint-Pierre» que ha de encuadrar a un Pablo y una Virginia en uno de sus paisajes soñadores.
Barracão, hoy por hoy, no es más que una pequeña agrupación de casas entre las cuales se distingue por su carácter eminentemente nacional, por su influencia moral y por su rol de centinela avanzada la Colecturía de Rentas al digno cargo del Señor Melchor Ferreyra Preste. Es allí pues la residencia de la primera autoridad brasilera de esta frontera.
La divisa que recuerda la zanja de Rómulo es un pequeño arroyuelo que nace en las cercanías y forma el Pipiri, pero bajo el punto de vista internacional, ese arroyuelo que en hebras de son flautín se desliza entre arbustos y graves piñeros, es tan importante como un río o una muralla.
La transición entrambos territorios es muy apreciable en lo referente a las impresiones morales recibidas en el medio ambiente proprio de cada punto fronterizo: el argentino y el brasilero.
No me explayo más sobre el particular para evitar comparaciones desfavorables al gobierno argentino que hasta parece ignorar la existencia del tal Barracón que, sea dicho de paso no tiene ni una sola oficina pública fiscal y cuyas fuerzas militares y municiones son representadas por un sargento, dos soldados, dos remingtones, una mula (1) y cinco halas.
Y a propósito, antes de seguir más adelante en la descripción de mi viaje, debo decir francamente que ese nombre de Barracón no es grato al oído y merece ser cambiado por otro más simpático; verbigracia por un nombre histórico o religioso ligado a las tradiciones brasileras, porque Barracón a secas evoca «barraca», «galpón», construcción de maderas, o algo parecido.
Pero llámese «Barracón» o «Barraquita», «Galpón» o «Galponcito», el caso es que el porvenir de ese punto es indiscutible. Su posición geográfica fronteriza y su situación estratégica lo salvan de marcar el paso en la senda del progreso.
Tiene que ir adelante y siempre adelante.
(Continúa)
(3) Cuando se mira la Herradura desde la costa brasilera da el vértigo y se tiene que volver a mirar la selva. En el punto que yo conozco, se puede aproximar a un metro del salto. Cerca de allí, adonde hay todavía unas bananas, un teniente brasilero de apellido Almeida vivió dos meses consecutivos, enamorado de la catarata como aquél diplomático que durante 30 años visitó la Capilla Sixtina en Roma para admirar el «Juicio final» de Miguel Ángel.
JULIÃO BOUVIER
De Asunción a Rio de Janeiro
(Continuação)
Pueda que el Gobierno brasilero no le haya concedido la importancia que tiene; pueda que el gobierno del Estado carezca de datos al respecto, pero el tiempo lo salvará del olvido y del estancamiento.
Además, es un punto predestinado por la naturaleza: es una puerta común a dos naciones, y estas clases de puertas una vez abiertas no se cierran más: es una frontera sagrada que no puede volver a entregarse a la soledad de las selvas vírgenes, porque el progreso, una vez en camino, no descansa más.
Pero hay otra razón más poderosa que hace de Barracón uno de los objetivos más en relieve de la economía política del Brasil y un aliciente para los hombres de dinero.
Y es la siguiente:
El Paraguay cualquiera sea su suerte futura, tiene que ligar con el tiempo su Capital con Paranaguá por una vía ferrocarrilera por ser esta la única que lo librará de la tutela del Plata.
La distancia es más o menos la misma: el tiempo a emplearse, ídem, y tal vez más cierto, por la línea brasilera paraguaya. Hacer cuatrocientas leguas al Sud, cuando haciendo cuatrocientas leguas al Este se ganaría un 25 por cien de rebaja sobre el flete de los productos exportados o importados sería una locura.
Y no es un 25% solo, sino tal vez mucho más.
Salvo pequeñas modificaciones esa línea cruzaría los siguientes puntos principales:
Asunción, Villa Rica, Caazapá, Tabai, Ytá-Ipyté, en el Paraguay.
Puerto Esperanza, Barracón, en el territorio de Misiones.
Barracão, Campo eré, Faxinal, Boa Vista, Guarapuava, Curytiba, Paranaguá, en el Brasil.
Esa línea cruzaría así tres naciones por comarcas hasta hoy inexplotadas por falta de vías baratas de comunicación; teniendo la ventaja de pasar a una legua del Salto de Nacunday que puede producir suficiente energía eléctrica para los usos de la línea y mucho más. La yerba y los pinos del Brasil Occidental estarían así a un paso del Alto Paraná y tan solamente esos dos productos bastarían para dar vida a la empresa.
Barracão, por ser estación fronteriza progresaría pues asombrosamente.
Se me objetará que dicha línea pasando por Guarapuava y Colonia Foz do Iguazú sería más recta y más conveniente. Es cierto, pero razones de orden internacional se levantarían de por medio. Esta línea no cruzaría más el territorio argentino, no sería de ningún provecho a la República Argentina y antes al contrario, le sería una competidora y una amenaza al mismo tiempo. Haciendo primeramente la de Curytiba, Palmas, Barracón, Puerto Esperanza, Itá Ipyté, etc., desaparecen los obstáculos de orden privado y se empieza la otra de Ponta Grossa, Guerapuava, Foz do Iguazú tan solamente para explotar las riquezas naturales comprendidas entre las Sierras das Antas, las sierras de Chagú y el Iguasú. Eso es lo más cuerdo, lo más prudente y lo más económico, porque la línea Guarapuava—Foz do Iguazú tendría vida propia.
Guarapuava es destinado a ser un gran centro ferrocarrilero con el tempo; y es deplorable que los gobiernos del Brasil no lo hayan comprendido mucho más antes, pues otra cosa sería hoy en día. Mas, no anticipemos. Tiempo me sobra para escribir sobre el particular, cuando llegaré allá.
Ahora, séanos permitido ir un poco más lejos en el terreno de las suposiciones; vamos a admitir lo dudoso, lo increíble, lo inaudito, pero no lo imposible: una guerra entre el Brasil y la República Argentina; y entonces ese Barracão, hoy al parecer insignificante se convierte en una base de operaciones de primer orden y en un punto estratégico de incalculable importancia.
Es una puerta, y no hay vueltas que darle.
Movilizando sus fuerzas terrestres en servicio activo y pasando por esa puerta, en doce días el Brasil puede invadir el territorio de Misiones; y eso, ahora mismo, sin tener ferrocarriles estratégicos: tres días para las fuerzas de Xanxeré y Xopim; seis para las de Curytiba y diez para las de Rio de Janeiro, San Paulo, Minas Gerais y Rio Grande.
Y eso, sin tener un plan de movilización determinado: así que sería casi a la de Dios es grande y nada más.
En cambio, la República Argentina necesitaría por lo menos 30 a 35 días para ponerse al frente del invasor, y aun así mismo no podría destacar ni mil hombres, porque no tiene caminos para ir a Barracón, pues estaría obligada de cruzar por selvas desiertas, por sendas abruptas que en parte no miden un metro de ancho y así le sería materialmente imposible abastecer a sus tropas con víveres y municiones.
¡Qué descuido!
(Continúa)
JULIÃO BOUVIER
De Asunción a Rio de Janeiro
(Continuação)
Pasa todavía que el Territorio de Misiones esté entregado al analfabetismo y pasa también que desde San Ignacio a Barracón, es decir en un trayecto de sesenta leguas no tenga ni una miserable escuelita de campaña, a no ser en San Pedro.
Pero que no tenga caminos para ir a su frontera: que sus autoridades allí carezcan de oficina pública y estén establecidas en una propiedad ajena, en un latifundio mal habido, como todos los latifundios; que su Comisaría sin Comisario no posea ni papel, ni tinta, ni farol, ni siquiera un triste sello; que toda su caballada se reduzca a una mula—¡Una sola mula!—y todas sus municiones a cinco balas—¡Cinco balas!—eso, es lo que no puede pasar y hace enrojecer de vergüenza a los que son argentinos.
¿No se me quiere creer?
Pregúntesele entonces al Dr. Carlos Spegazzini, Calle Florida 675.—División de Agricultura—Buenos Aires. Llegó aquí lleno de barro de los talones a la cabeza y ha probado lo que es transitar por esos piques infames. Si es franco y si es noble, se es caballero y si es imparcial podrá decir que no hay pluma capaz de pintar la desolación que reina en ese territorio despoblado de hombres libres, huérfano de escuelas, con sus bosques destrozados hasta cinco o seis leguas del río Paraná, con sus yerbales reducidos a esqueletos, hechos curuvicas por los empresarios vandálicos y sin conciencia, con sus latifundios yertos, silenciosos, desiertos de toda vida hasta de la vida yerbatera que destruye el oro en polvo, ese famoso oro en polvo que la soberbia de los gobernadores engreídos y sin temor al castigo entregó a cuatro judíos desgraciados: Pedro Vila, Durañona, Roca y Recaborde. Y podrá decir, sí, que la República Argentina no tiene allí nada: que los yerbales saqueados apenas darán 50 mil arrobas este año en lugar de 500 mil que daban antes. Pero no hablará: como el Gallego del cuento contestará: «Yo no lloro porque no estoy en mi parroquia.» Y los Silocks le darán bailes!
Sigamos. Cada loco con su tema y yo con el mío.
Suyas podría hacer las palabras de Lady Macbeth: «Here’s the smell of the blood still; all the perfumes of Arabia will not sweeten this little hand.» quien fuera el provocador de esa guerra cuya dolorosa repercusión en todo Sudamérica retardaría de unos cuantos siglos el progreso de esta parte del Nuevo Mundo, hoy, llena de savia y de vida, pletórica de sangre nueva y ardiente en brillantes deseos de representar el papel que el porvenir le reserva en la historia de la humanidad.
Pero téngase en cuenta que vivimos en una época de locura.
El mundo arde por los cuatro costados. Las brasas de las luchas internacionales nunca se apagan.
Hoy mismo, el siglo XX no es más que la continuación de los últimos lustros del decimonono. A las guerras comerciales que son el «Struggle for life» de los pueblos, suceden las guerras a cañonazos que terminan el pleito.
En el concepto de las masas populares la inteligencia universal que está en los Pasteur, en los Behring, en los Santos Dumont, en los Marconi, en los Curie: está en los Krupp, en los Maxim, en los Lebel, en los Simose.
¿Quién entonces puede decir: «Una guerra entre tal y tal otra nación es imposible»?
¿No estuvieron a punto de pelear Argentina y Chile por lo que entre particulares sería una simple cuestión de mensura de campos?
Y Argentina y Chile, unidas por las gloriosas tradiciones legadas a su historia por un «San Martín» de brillante recordación. ¿No eran naciones hermanas en el sentido más lato que se puede dar a esas dos palabras?
Sin embargo, casi, casi se rompen la crisma.
Una verdadera Providencia evitó tan horrible hecatombe en momentos de palpitante ansiedad en que los dos pueblos habían perdido la cabeza, y en que solo quedaban las madres chilenas y argentinas, las esposas y las hermanas con el juicio sano y la clarividencia de la carnicería que se preparaba en las desquiciadoras de toda prudencia y de toda serenidad: fermentaciones tan magistralmente descriptas por Gustave Le Bon en su «Psychologie des foules».
Basado en esa triste experiencia del pasado ¿Cuál es entonces el profeta tan audaz para afirmar que una perfecta armonía unirá jamás el Brasil con la República Argentina?
(Continúa).
De Asunción a Rio de Janeiro
(Conclusão)
Yo la deseo: la deseamos todos los que miramos los hechos, no en sí mismos, sino en sus resultados. Pero ¿¿Y??... ¿Acaso una sola golondrina hace el verano? Ni dos, ni diez, ni cien?
¿Podrá el Barón de Rio Branco, por más que sea incontestablemente un diplomático de talla, evitar esa contienda si los pueblos, recíprocamente envueltos en una atmósfera de desconsideración respectiva quieren liquidar por medio de las armas ofensas que no existen?
¿Puede el más robusto roble engendrado por la naturaleza contener la avalancha que se precipita desde la cima de la montaña hacia el valle o la llanura?
¡Cualquier día!
No son pues los gobiernos que hacen o deshacen la guerra: son las olas humanas sin conciencia y sin fe; las olas cobardes que predican la exterminación pero dejan toda la carga al ejército y se quedan en su casa cuando las papas queman; las olas que por medio de sus pasquines, de sus demagogos, de sus oradores callejeros, de sus energúmenos, de sus capitanejos y de sus cretinos, destruyen en un momento la obra paciente y pacificadora de la diplomacia; las olas que llevan por delante y pisotean a todo sentido común, a toda prudencia, a toda compasión, a todo sentimiento humanitario, a todo amor a la familia y a la patria.
¿Quiénes son ellas? Es Juan, es Pedro, es Luis, es Diego, es Fulano, es Zutano, es Mengánez y Pegánez; es el vecino, es el boticario, es el panadero, es el sastre o el zapatero o el hojalatero, o el albañil o el maestro de escuela o el sacristán; no son ellos, son todos ELLOS y no es ninguno: somos nosotros y nadie es: es el pueblo anónimo: la Bastilla o Santos Caserío! El crimen político!
¡Dios nos libra de presenciar semejante choque entre dos colosos, poderosos a cuál más y dueños de las cuatro quintas partes de Sudamérica!
¡Qué ruina incalculable para ellos y para la mitad del Nuevo Mundo! ¡Adiós brillante porvenir de la raza latina! Volverían las republiquetas de antaño y el anglo-sajón les pisaría la cabeza. John Bull y tío Sam serían reyes del mundo.
Y el Brasil y la República Argentina…… la nueva Inglaterra y la nueva Francia del porvenir; las futuras herederas en un tiempo no lejano de la hegemonía universal quedarían relegadas en un plan inferior, sin cetro y sin corona, sin fuerzas y sin aliento, sin aspiraciones y sin esperanzas.
Por eso y porque la humanidad está pasando por uno de sus periodos más álgidos de locura es que las naciones precavidas deben armarse para estar siempre listas a cualquier eventualidad, no olvidando nunca ese refrancito popular tan lleno de sabiduría no obstante su vulgaridad literaria: «El que madruga oye misa y compra carne.»
Pero ¡cuán lejos estamos de Barracão! O por mejor decir: «¡Qué lejos nos llevó la conversación!» En un decir. «¡Jesús!» hemos librado cien batallas y no hemos dejado títeres con cabeza.
Manía de corresponsal viajero que no mata a nadie pero da trabajo a los tipógrafos.
Decía pues que Barracão estaba predestinado a un ventajoso porvenir comercial, porque su existencia interesa al mismo tiempo al Gobierno de la Unión y al Gobierno del Estado do Paraná. Con esa doble protección que se le debe es imposible que fracase.
Allí se precisa formar una Colonia Militar, no para erizar de bayonetas la pared que divide, sino para dar impulso a la naciente población, como se hace en Europa donde se mandan batallones o regimientos a los pueblos muertos, comercialmente hablando, o a los pueblos recién formados. Esas fuerzas militares llevan consigo la prosperidad a las comarcas donde van de guarnición. Y con más razón donde va el soldado brasilero, que goza de buen sueldo y es casi siempre de familia acomodada.
Se necesita apresurar la terminación del camino que viene de Puerto União y lo ligará con Curityba y Rio de Janeiro y también con Rio Grande. Se impone la construcción de una línea telegráfica nacional y el estudio de una vía ferrocarrilera, de preferencia con capitales brasileros.
Es de suma urgencia fundar escuelas, CUESTEN LO QUE CUESTEN, pues hay mucha ignorancia que redimir, en Barracão y en las cercanías: As Flores, Separação, Campo Eré, Faxinal, donde los niños brasileros se crían como las terneritas en el campo: a la de Dios es grande. Escuelas! Escuelas! Y más escuelas, si se quiere hacer patria.
Hay que organizar una oficina de correos, pues la primera, la más a mano está a VEINTISÉIS LEGUAS (!) de allí: en Boa Vista.
Es necesario dar tierras francas a los pobladores: abrir los brazos a todos los que quieren constituirse un hogar, y eso solo se llevará a cabo para utilidad de todos, declarando este punto, pueblo cabeza de frontera.
He aquí, enunciadas a grandes rasgos las necesidades primordiales que merecen ser atendidas en la brevedad posible: las secundarias, las dictará la experiencia.
Además la Colectoria de Rentas cuenta a su frente con una persona ilustrada y progresista: El Señor Melchor Ferreira Prese, conocedor del terreno y por consiguiente de las necesidades más imperiosas del naciente pueblo.
Él sí, puede dar informes muy fidedignos al Gobierno del Estado, detallando lo que yo aquí, en estas correspondencias escritas a vuela pluma no puedo especificar con minuciosidad.
Es además la persona la más idónea para el efecto y cuenta entre sus relaciones a vecinos de buen criterio que le servirán de colaboradores en el estudio de lo que conviene hacer para el porvenir de Barracão.
Lo que sí, no estará demás que algún Diputado llame la atención del Gobierno del Estado sobre ese punto fronterizo a quien solo falta una protección administrativa para prosperar y transformarse radicalmente, de la noche al día.
El miembro del Congreso que tomará esa iniciativa merecerá la gratitud de sus conciudadanos, habitantes de estas comarcas que vegetan por falta de recursos y de libertad de acción.
Y si tal hace, pronto podrá medir el espacio recorrido en la senda del progreso y exclamar con la satisfacción que procura el deber cumplido: «Esta es mi obra: la obra de un hombre de bien útil a su patria y a sus semejantes.»
Estas clases de corona no se alcanzan así nomás en esta vida.
Cierto, son modestas y muy pequeñas pero brillan como un diamante del Tibagy, como el arco-iris de una cachoeira, como los ojos de una Curytibana.
Julião Bouvier
(Julião Bouvier)
De Asunción a Rio de Janeiro
Vicente Machado—La inteligencia y la espada—Honni soit qui mal y pensé—La vuelta de Dalila—Lo que nace y lo que muere.
Como dice una canción que mal recuerdo en obsequio a los Santiagueños:
Yo pasaba la vida tranquila
sin sentir del amor los enojos
pero vi de Dorila los ojos.
y…
y yo miraba al Noreste en dirección a Rio de Janeiro todas las mañanas y al Oeste donde quedaba Asunción, todas las tardes.
Eso representaba para mí trece horas diarias de pataleo al verme clavado en Barracão sin poder dar con un pie atrás ni adelante, por causa de esperar a la Dulcinea de mis pensamientos, la negra Cachimbo; a mi caballo Carcaman; al correo y mis documentos y un frasco de vinagre de los siete ladrones para las palizas.
Pero si hubiesen venido mis documentos, el diablo podía cargar con lo demás, sin levantar espuma en el río.
Mediante esa demora vi hacer dos cosas nuevas en Barracão y prepararse otra, grande como el Palacio de Cristal para una empresa yerbatera. Estas clases de moradas se hacen ligero y sirven como cualquier otra. Con tres a cuatro pinheiros se hace un caserón grande, y hay pinheiros por miles y millones.
Los brasileros son especialistas en la materia: con hacha y machete sacan tablas para las paredes y tablitas para el techo.
Un día la bandera amaneció a media asta en la Colectoria de Rentas y pregunté a un lugareño que pasaba el Pipiri por qué estaban así de duelo en la Oficina Nacional y me contestó: «Ee!... morreu o Presidente» y siguió su camino, con esa indiferencia innata en los montaraces.
Como hay muchos Presidentes en el mundo quise saber cuál de ellos había pagado su tributo a la naturaleza, quedándome muy sorprendido cuando el Colector Don Melchor Ferreyra Preste con quien mantenía relaciones sociales muy agradable para mí, me respondió que el fallecido era el Doctor Vicente Machado.
«Es extraño» contesté «el Señor Vicente Machado era un hombre joven todavía.»
¡Qué ingenuidad mía! ¡Como si la muerte se ocupará de fe de bautismo!
Pero así somos nosotros los seres humanos. Sabemos apreciar las distancias, pero no la velocidad del tiempo. Queremos ser eternamente nenes, nenitos: Goyitos, Pedritos, Juancitos, Quisitos, Paulitos, etc.
No queremos ser inmortales del todo pero tampoco queremos ser viejos. Deseamos levantarnos como los cedros del monte Liban. No nos gusta morir ni ver morir a otros, y menos a los jóvenes. Si pudiéramos, pediríamos a Dios una coraza como la llevan los cruceros.
Y de ahí no nos saca nadie; pero el tiempo indiferente a nuestros balbuceos, navega sin cesar a toda fuerza, bandera al tope y velas desplegadas. Sin parar, nos zambulla de a uno o de a cientos en el mar de la eternidad y sigue viaje en el inmenso piélago sin estela. (¡Con qué había muerto el Dr. Machado!) Lo conocí en el año de 1893, en momentos muy tristes para la gran familia brasilera. Cada día amanecía lloviendo sangre sobre el infeliz Estado do Rio Grande. Las ideas se habían cambiado en balas, la casa del Sul en carnicería, el Brasil entero en Guelfes y Gibelinos: Rio de Janeiro en una Bastilla.
En un entreacto de Hernani me presentaron a él.
Entonces como hoy, yo venía del Paraguay, y cambiamos con el Sr. Vicente Machado en francés unas cuantas palabras relativas a dicho país. Y fue toda la nuestra relación, muy insignificante, como se ve.
No lo vi más.
Pero recordábame su trato esmerado y la opinión que de él se formaban partidarios y adversarios; y no sé por qué tuve la intuición de que el Estado do Paraná perdía a un hombre irremplazable, o por mejor decir a un gran maestro de su prosperidad.
Ciertamente el mundo marchará lo mismo y como siempre la vida nacional seguirá su curso sin parar.
En el mismo Estado, en la mismo Curityba enlutada unos días, otros hombres talentosos, otras inteligencias, otros paranaenses dotados también de excesiva potencia cerebral llenarán el claro. Pero esos talentos, estas inteligencias, esas potencias cerebrales no serán nunca el Vicente Machado—que desapareció. Serán iguales o superiores pero no llegarán en la oportunidad histórica en que él llegó.
Colocad a Vicente Machado como Presidente del Estado, cuarenta años atrás, en plena monarquía y tendréis una figura política apenas visible, apenas conocida.
Hacedlo resucitar de aquí veinte años y sucederá lo mismo: sus innegables cualidades serán entonces el patrimonio de generaciones enteras y para ser considerado como inteligencia superior se necesitará ser un fenómeno.
Como todos los elegidos para desempeñar un papel influente en la vida de un pueblo, el eminente hombre público que merece estas líneas y mucho más, sobresalió en una hora psicológica en que el Estado do Paraná necesitaba un patriota esclarecido cuya nobleza de sentimientos tuviese una espada en que apoyarse.
—«¿Para qué la espada?» dirán algunos.
Pues para cortar la cabeza de Holophernes o para derrocar sistemas personales nocivos a una democracia embrionaria o para cimentar las instituciones republicanas.
(Continúa)
(Julião Bouvier)
De Asunción a Rio de Janeiro
Vicente Machado—La inteligencia y la espada—Honni soit qui mal y pensé—La vuelta de Dalila—Lo que nace y lo que muere.
La espada también edifica pero no hay que darla a Monsieur Prudhomme.
Dénsela a un general Bormann que sabe templarla en la fragua de su propio corazón; pero no la coloquen al alcance de un Juan Manuel de Rosas que la convierte en un puñal fratricidio.
El nombre de Vicente Machado germinó a su debido tiempo: ni muy temprano, ni muy tarde.
Esas clases de hombres son los brotes de las semillas arrojadas al tiempo desde un banquillo de ajusticiado. Hay patíbulos que dan flores con el trascurrir de los años. El de Mena dio la independencia al Paraguay y el de Tiradentes, la del Brasil.
Si la sangre de los mártires no hubiera regado la Tierra no existirían el árbol de la libertad, ni el monumento imperecedero del cristianismo.
Nació pues a tiempo, floreció lo mismo, dio lo que tenía que dar a su patria y a Curityba que era su sanctasantorum y dijo adiós al mundo con la conciencia de que su misión había terminado.
Cierto, la suerte le ayudó, pero téngase en cuenta que la suerte no es tan ciega como la pintan: ella no ayuda a los impotentes, ni a los inútiles, ni a las flacas cabezas, ni a los que se arrastran; pero ayuda sí, con misteriosa protección a los que luchan, a los que se agitan, a los que sirven para amigos o enemigos; a los que definen posiciones, que aceptan un rol, que asumen responsabilidades, que sufren consecuencias, que amenazan, castigan o se rebelan, a los que sobresalen de la vulgaridad, que saltan los obstáculos o los despedazan aunque sea con las uñas.
La suerte hará un millonario con un patán, pero no hará nunca un estadista con un estúpido. Bueno o malo, un estadista no es nunca un hombre cualquiera.
Para ser ALGO es necesario por lo menos, sobresalir de la mediana; pero para mantenerse firme en las alturas donde soplan los huracanes y donde las oposiciones modernas ilustradas y poderosas voltean un trono con un pequeño tipo de imprenta, es preciso realmente ser un hombre superior.
Y, nadie lo negará: Vicente Machado ha sido un hombre superior porque bajó a la sepultura haciendo conmover a la opinión pública. Es el mejor testimonio de lo que fue su elevación. Esos cuerpos que retumban en la tierra relámpagos almacenados en la cabeza.
Su muerte es una transfiguración.
Es en vano: el gusano cae al agua y no levanta espuma pero: lo grande no desaparece sin dejar un torbellino en la superficie.
No lloréis la muerte de quien no muere y que solo se aleja. Los hombres privilegiados subsisten como un texto sagrado en el corazón del pueblo.
Ils sont. L’espace est grand.
Son faros que iluminan los cantos rodados formados por las aglomeraciones populares sobre las playas de la historia universal. Esos hombres al ser aprisionados por la tierra se cambian en luz como la palabra que se quiere amordazar; pero no es entonces la luz que fulmina, sino la luz que permanece siempre viva, inteligente y bienhechora.
Lo que hay de cierto y sobresaliente a la primera vista es que Vicente Machado encarna a una época, más que a una personalidad. Para mí, Vicente Machado con sus aptitudes tan complejas, con sus méritos tan diversos y con su cerebro tan adornado es el Estado do Paraná en lo humano como en lo natural.
Tiene altitudes, tiene cataratas, tiene selvas, tiene ríos mansos y ríos bravos, tiene arroyuelos; colinas y campiñas sonadores: tiene todo o algo de todo esto, y en lo humano, reúne todos los caracteres, llama la atención de todo el mundo, se hace querer o aborrecer, pero nunca camina por término medio, ni tambalea, ni se para indeciso consultando rumbos.
Es innegable que ha sido un navegante atrevido en política y que todo le salió bien porque supo dominar a las circunstancias, comprender su época, estudiar a los hombres y no dejarse o no pararse un solo rato ante el objetivo.
Y en eso está la ciencia del secreto: ser audaz sin ser vulgar: ser superior sin rebajar; ser grande sin empequeñecer; ser noble sin dejar de mandar; ser de su época en todos tiempos, evolucionar o dirigir la evolución, luchar y ser atento con el adversario político: en una palabra tener a su favor o a su lado o en su poder a la mayor cantidad de elementos disponibles para conducir la prosperidad del Estado en escala ascendente, pero derecho a un punto fijo y bien determinado, del cual no se varía ni a cañonazos, ni aún que venga el cielo encima.
Esas clases de hombres son las almas fuertes.
(Continúa.)
(Julião Bouvier)
De Asunción a Rio de Janeiro
Vicente Machado—La inteligencia y la espada—Honni soit qui mal y pensé—La vuelta de Dalila—Lo que nace y lo que muere.
(Conclusão)
Cuando los miramos sin parti-pris de encontrarles defectos, vemos que son hombres-araucarias que sobresalen sobre todas las selvas y todos los mástiles.
Pero los parananeses al llorar su muerte no se ha dado cuenta que han llorado sobre su propia existencia, porque el hombre que murió gastado por el derroche de sus energías representaba una época y ha sido un maestro del cual se imitará las grandezas y se desechará los errores.
Y las épocas no mueren: se encadenan una con otra como los baldes de una draga. Caminan siempre: bajan vacías y suben llenas.
Por eso se dice que los hombres superiores renacen en sus obras.
Luego esas clases de muertos son encarnizados en no morir. Luchan desde la sepultura. Haced callar en Grecia al espíritu de Demóstenes; en Roma al de César, en la República Francesa al de Mirabeau; en el Brasil al de Tiradentes; en Italia al de Garibaldi; en la República Argentina al de Mariano Moreno; en el Uruguay al de Lavallejas, en la raza Mompo, y otros muchos; entonces veréis como la palabra «imposible» se agiganta.
La múltiple personalidad de Vicente Machado nos da la visión anticipada de lo que serán miles de brasileros dentro de veinte o treinta años. En sus extrañas y sobresalientes facultades de asimilación percibimos la nacionalidad definitiva de esta tierra así la vislumbramos en la educación paulista que teja en el retiro el más fino encaje de la futura literatura brasilera sin que desde afuera se oiga el ruido del telar. Por eso, lo admiramos, pero sería renegar del presente si no reconociéramos que hay otros, entre sus compatriotas que honran al Estado do Paraná.
En lo que difícil será superarlo, es en el amor a su patria chica: el Estado cuya suerte tuvo entre sus manos.
Es que Machado había mirado más allá!
Comprendió que el Estado do Paraná, después de los de Rio, Minas Gerais y San Paulo fuera de concurso en todos tiempos, el suyo, su patria chica, podría ocupar el primer lugar en la patria grande. Donde quiera que girara la vista encontraba elementos de sobra para edificar un monumento imperecedero que sería el patrimonio de las generaciones venideras.
Materia y colaboradores no le faltaba. Levantó los primeros cimientos y caté aquí viene la muerte y lo llevó.
Es que Machado no era un caudillo sino un hombre sobresaliente que conquistó a la fama mediante ese chauvinisme que le hizo cometer tantos errores y en nombre del cual, hoy, sin embargo, se le debe perdonar, como se perdonó los de Julio de Castilhos que fue un déspota mirado bajo ciertos puntos de vista.
Y el doctor Vicente Machado, según dicen todos, era noble y distinguido.
Sea como sea el nombre de Vicente Machado ha traspasado las fronteras de la vulgaridad y se ha sudamericanizado, como los de Bocayuva, Sodré, Joaquim Nabuco, Fausto Cardoso, José de Patroncinio, Seabra, Ruy Barbosa, Saldanha Marinho, Julio de Castilhos, Teixeira de Freitas, Floriano Peixoto, Clovis Bevilacqua, Coelho Netto, Santos Dumnot, Rio Branco y otros, más cuya actuación ha fulgurado o fulgura todavía abarcando desde la elocuencia hasta el poder rayano al despotismo, desde el foro hasta la literatura, desde el periodismo hasta la ciencia.
Y para conseguir esa patente, Vicente Machado ha de haber tenido verdaderas aptitudes.
En la vida social es muy fácil engañar al mundo y morir en olor de santidad. Basta saber disimular.
Se puede ser un gran pillo y aparecer como un ejemplo de virtud: ser un libertino y pasar por puritano; ser borracho consuetudinario y figurar en sociedades de temperancia, ser un energúmeno y formar como redentor.
Pero en la vida política es otra cosa. La oposición os acecha y os tiene a la punta de la escopeta. Los falsos amigos explotan vuestras debilidades—algún lado flaco consecuencia de vuestra naturaleza humana. Los subalternos catalogan y archivan vuestros errores o los desgranan en los misterios de la alcoba.
Si sois buenos: palos.
Si sois rigorosos: palos.
Si no sois bueno, ni mal, ni derecho, ni tuerto: palos también.
Las sonrisas os reciben: las amabilidades os rodean; los festejos os llueven encima.
Dais una pestañada ¡zass! a la calle… ni agua patito.
No hay disimulación que valga. No hay término medio.
To be or not to be.
O se triunfa con la mano dura o se besa al suelo con el corazón blando.
Así es que para conquistar una reputación simpática al pueblo, es preciso tener rayos en la cabeza.
Y las manifestaciones de general sentimiento que la muerte del doctor Vicente Machado encontró entre las masas populares y en la más alta sociedad, prueban que ese hombre merecía en mucho el puesto que ocupó y que supo honrarlo en el medio de sus errores.
Pero basta de mi parte. Como amigo sincero del Brasil he arrojado desde las cabeceras del Pipiri, una pequeña flor del aire arrancada al gaje del araucaria de mi admiración. Eso solo tengo: más no puedo hacer.
Además a Vicente Machado lo juzgarán mejor dentro de quince a veinte años. Las generaciones venideras pesarán su actuación y su personalidad con más rectitud que los modernos.
Para entonces serán las sorpresas y puede ser que el traje resulta corto o que el hombre habrá crecido en la tumba. Pero esto será si la volubilidad del pueblo no desmiente esos pronósticos míos.
Todo puede suceder.
«Zé poco» como lo llama «O Malho» no es siempre el pueblo digno de empeñar el cetro. Algunas veces atropella como los carneros de Panurgio; y sino dijolo la prensa diaria que es la historia que camina.
Mientras que en Curityba la consternación enlutaba los hogares; allá en Rio de Janeiro una multitud delirante aclamaba a Dalila que se paseaba impasible con su tijera en el bolsillo.
¡Ah, mundo ciego!
Ya lo he dicho en otras ocasiones y lo vuelvo a repetir:
«Algo de grande está naciendo en el Brasil actual o algo de grande se está muriendo.»
Impresiones de un Viajero
CURYTIBA
Lo que sorprende en Curityba es el aire de satisfación individual que tiene sus habitantes. Cada cual parece estar contento de sí mismo y los demás. No se oye tampoco entre los extranjeros expresiones de queja por tal o tal otro motivo, ni contra el gobierno, ni contra las exigencias de la lucha por la vida.
En la colonia Santa Felicidad, los días domingos aquello parece un rincón de Italia.
Luego el extranjero que llegue en el estado do Paraná se identifica de tal modo con las costumbres y el idioma brasilero que al poco tiempo es más papista que el papá o más realista que el rey. Considera estar en su casa, sabe que es garantizado y puede trabajar a gusto, y eso le basta.
En las demás naciones sudamericanas la politiquería y el caudillaje lo corrompe a todo, y el extranjero tiene que seguir la corriente, quiera o no quiera, porqué le duele, pero aquí yo no he oido una sola voz hablar de política.
Todos los colonos tienen casas propias con muchas comodidades, su o sus carros y sus caballos, lecheros, etc., sus plantíos, en fin un at home donde no falta nada.
La única deficiencia que yo noté es la escasez de escuelas, lo que aconseja fundar más una Escola Normal de Maéstros.
Hay que tener en cuenta que antes de 4 a 5 años la población de Estado llegará al millón, porque los habitantes son… son, en fin serán lo que son y por eso tienen muchos hijos.
Sigamos con Curityba.
La ciudad se extiende cada vez más: se ve construcciones nuevas de todos lados. Al llamarla futura Chicago no creo pues equivocarme. Curityba va conquistando el campo, las colinas y los bosques de pinheiros con una precisión matemática introduciendo todos los estilos arquitectónicos en su edificación: el ruso, el holandés, el polaco, el italiano, etc., pero siempre siguiendo esa costumbre innata en los brasileros que, cuando hacen una cosa la hacen despacio, pero la hacen bien.
Otra cosa muy notable en Curityba y constituye su mayor elogio, es la ausencia de policía en las bocas de calle.
Aquí nada de guarda civil, nada de chafe ni de policemen: la ciudad se cuida por si sola por el buen comportamiento de sus habitantes.
Aquí no se ven ebrios ni tipos patibularios por las calles. Las ratas los lunfardos que tanto pululan en Buenos Aires son desconocidos.
Asunción con la misma población que Curityba tiene ocho a novecientos policianos, guarda civiles o pyragués y el presupuesto de su policía absorba más de la mitad de las rentas del Paraguay sin contar los manoteos y los despintes a caja, y sus soldados, son los más bochincheros y peleadores. Los presos nunca bajan de seiscientos y ladrones patentados por el gobierno a trescientos por lo menos, lo que da la respetable cantidad de novecientas «aves de presa» a cargo de la policía.
Dejando pues toda pasión de un lado afirmo con pruebas en la mano que Curityba ocupa el 13º rango en Sudamérica, viniendo después de Buenos-Aires, Montevideo, Valparaíso, Santiago, Rosario, Lima, Quito, Caracas, Bahía, Río de Janeiro, San Paulo, Porto Alegre y Santos como extensión, población e importancia; y el primer rango por la amable y pacífico de sus habitantes y por la elegancia natural de sus mujeres.
Julião Bouvier
Impresiones de un Viajero
CURYTIBA
Hemos visto que Curityba se distinguía de muchas ciudades, aún más pobladas; por su progreso asombroso; por sus calles anchas y bien trazadas; por sus casas bien aireadas y ventiladas; por sus diversiones honestas; por la índole pacífica y respetuosa de sus habitantes; por la esmerada educación de sus hijos y por la exquisita elegancia y simpática belleza natural de sus mujeres.
Vamos a ver ahora si el estudio imparcial nos dará a críticas censurables, porque no estaría demás encontrarle algún defecto―(y lo ha de tener, eso de infalible)―siquiera para que no se diga yo solo cito lo bueno y callo lo malo...
Para eso, nos será necesario comparar Curityba con Asunción: las dos tienen sesenta mil habitantes; las son capitales de territorios que tienen 240 mil kilómetros cuadrados; las dos son ciudades nuevas que se desarrollan alrededor de ciudades viejas; las dos tienen la misma edad más o menos; en fin las dos se encuentran en la misma condición de vida.
Curytiba es capital de un territorio que tiene una población de 500 mil habitantes y Asunción de uno que tiene 800 mil, con la diferencia que unos van y otros vienen, porque mientras en Asunción y en el Paraguay la gente dispara como un gato de la lluvia en Curityba la gente llega como a una carne con cuero.
Curytiba tiene luz eléctrica que alumbra leguas enteras de calles y miles de casas, desarrollada por máquinas de tres mil caballos; mientras que Asunción solo tiene tres a cuatro calles que no suman ni dos leguas y la máquina de los empresarios Gatti y Lloret no tiene ni 300 caballos.
Curityba llama al extranjero mientras que Asunción lo hace disparar.
Curityba ha sido gobernada por hombres patriotas; mientras que Asunción lo ha sido por gauchos, por caudillos casi analfabetos, por ladrones y por traidores a la patria.
Curytiba eleva sus pensamientos, sus fuerzas y su actividad a favor del progreso colectivo, del bienestar común, de la prosperidad edilicia; mientras que Asunción vive osificada en el cretinismo, sin alientos para arrojar al fango a esas caricaturas de tiranos que si trasmiten el mando como un pick-pocket decrépito trasmita sus ganzúas a un hijo o a un compañero.
Curytiba vive libre, independiente y altiva: Asunción está dominada por una chusma de argentinos escapados o candidatos a las prisiones y a los presidios de Patagones, de Sierra Chica o de Ushuaia.
Y esta es la diferencia. No está en los paraguayos que son nobles y generosos, sino en los regeneradores que llaman la escoria extranjera para aplastar la cabeza a los paraguayos y llevarlos a empujones al sistema del Plata (!) .... a la anexión para el año de 1910.
En Curytiba, hay muchos cuarteles, pero no son ellos que atemorizan la población: en Asunción el cuartel es la eterna espada de Damocles que amaga y amenaza y ha pervertido a la sociedad, a la familia y al individuo.
En Curytiba el extranjero se dedica a su trabajo, ni conoce al gobierno, ni se interesa en la política, porque tal política luego no existe: en Asunción el extranjero tiene que arrastrarse como gusano a los pies de Elías García si quiere vivir tranquilo o si no es apaleado, encepado y desterrado.
En Curytiba, el jefe de policía apenas se le ve, casi no se le conoce, sus soldados por puro cumplimento a la obligación militar hacen una que otra patrulla de noche: en Asunción, el jefe de policía gobierna más que el Presidente, apresa, encepa, azota y deporta; deshace el Superior Tribunal, viola la correspondencia; destierra a los periodistas; corrompe a las menores; deja suelto a los ladrones que le sirven de pyragués (delator, espía) violenta la Constitución cada día; escandaliza con sus rolos a la pobreza nacional; envilece a los paraguayos haciéndolos azotar o insultar por mercenarios argentinos y convierte a esa desgraciada capital en una Bastilla donde tiene derecho de vida y muerte y donde los ministros extranjeros los marinos brasileros del Tiradentes son burlados y envilecidos por la chusma y la canalla.
Curytiba adelanta, progresa, se extiende, llena sus inmediaciones con graciosos chalets y casas quintas, Asunción vegeta y se muere al sol.
Curytiba todo se debe al trabajo honrado; en Asunción todo es edificado sobre el robo, la usura, la explotación ilícita, el saqueo a los tiranos.
¿Para qué seguir?
La comparación resultaría demasiado desfavorable para la capital paraguaya hoy aplastada por la más espantosa dictadura.
Ya lo he dicho: los paraguayos son más desgraciados que los parias de la India: estos en las épocas de hambre se comen los brazos de rabia pero los paraguayos se comen el corazón de impotencia al ver que nunca pueden sacudir la tiranía, y al sentir el taco del extranjero mercenario violar sus derechos y ahogar su nacionalidad con una mordaza fabricada por ladrones escapados de Palermo.
Julião Bouvier
Impresiones de un Viajero
Curytiba
Causa también muy buena impresión ver el respeto que se tributa al bello sexo. En el Coliseo, y en la Plaza Tiradentes, y en el teatro Guairá y en las calles he visto grupos de señoritas solas, pero ningún joven les dirigía esos flirts callejeros, ni esos piropos obscenos tan usados por cientos mozalbetes de Buenos-Aires, Asunción y Rio de Janeiro.
Ese respeto a la mujer hace honor a los Curytibanos.
Los hoteles son aseados y se está bien servido; las confiterías también. La higiene parece ser uno de los primeros atributos de esa ciudad admirable, y la urbanidad el segundo.
La romería de las mujeres extranjeras que vienen de los alrededores de la ciudad, en su carrito ruso como los de Olavarria en la provincia de Buenos-Aires, es algo que encanta y llama la atención. A veces vienen cinco o seis en el mismo carro, con los muchachos sentado a cacabozón como decimos nosotros los franceses.
Ese hormigueo de mujeres que dejaron la bella Italia o la encadenada Polonia para venir en esta hermosa tierra paranaense es la más acabada prueba que el extranjero encuentra aquí todas facilidades para olvidar las amargas luchas por la vida que nosotros los europeos sufrimos allá en la tierra natal para ganarnos el pan cotidiano.
En Sudamérica, nosotros los europeos nos encontramos a nuestras anchas, pero hay lugares más preferibles y más simpáticos y el Estado do Paraná es uno de ellos. En el Paraguay no hay garantías; en la República Argentina se empieza a sentir los efectos del acaparamiento de tierra; Bolivia es insalubre y retribuye mal el trabajo del hombre; Chile y Perú tienen densidad de población superior a todas las demás naciones: el Brasil es, pues, el predestinado a recoger el trosplein de Europa y a convertirse en un paraíso para el extranjero, si es que no se desvía del camino en que sus inteligencias superiores e ilustradas lo han encaminado después del 15 de noviembre 1889.
Todas las casas de esos colonos son espaciosas, blanqueadas, con abundancia de vidrios en sus ventanas, de verde pintadas. Hay alrededor de Curytiba lugares semejantes a los de Suiza, Italia y Bélgica.
La libertad de cultos marcha a la par de la libertad de las ideas políticas. Yo nunca oí en Curytiba a nadie disputarse por cuestión de religión o de política. Aquí, cada cual respetando a los otros, es respetado por los demás.
Las palabras maragato y picapau tan comunes en la campaña donde chocan los oídos con demasiada frecuencia, aquí son poco empleadas.
El Gimnasio es también un establecimiento que hace honor a Curityba que con él pude competir con los mejores de Buenos-Aires. El Telégrafo y el Correo están colocados en un pie superior al de Asunción donde está instalado hace cerca de tres años el gabinete negro (cabinet noir) para vergüenza del Paraguay, porque con la vergüenza del Jefe de Policía que lo instaló, no hay que contar.
Curytiba tiene diversiones para todos los bolsillos y todos los gustos, desde el cinematógrafo hasta el teatro donde son representados las óperas de más fama.
Aquí no hay tabernas, figones ni bodegones donde se emborracha el pueblo y eso está muy a favor de esta ciudad. En Buenos-Aires, en Valparaíso, Rosario, etc., los domingos las entradas policiales se cifran por centenas. En Asunción no bajan de 20 a 30: todas por ebriedad o por asesinato o muerte por causa de ebriedad.
En Posadas, Villa Encarnación y Asunción, los sábados, domingos y días de fiesta no se puede mandar a una niña de 10 años en una casa de negocios orillera sin que vuelva con una obscenidad en los oídos. Aquí se puede mandar una niña de cualquier edad en los negocios y todos la respetan.
Los bonds (tranvías) cobran un precio muy módico 100 reis o sean 8 centavos moneda argentina, mientras que en Buenos Aires se paga 20 y hasta 30 centavos
(Continúa)
Julião Bouvier
Impresiones de un viajero
De Curytiba a Paranaguá
Cuando quiere desvanecerse la soberbia admiración que invade el alma y el corazón al verse correr así arriba de los abismos; cuando el viajero se crea en una llanura, hete aquí que se levanta un nuevo telón y aparecen otras maravillas de ingeniera.
Figuraos ahora un tren con quince vagones corriendo sobre las últimas alturas del Coliseo de Roma y luego apareciendo en otra grada y luego en otra y así sucesivamente hasta poder llegar al nivel del suelo y penetrar en la vía apa y tendréis más o menos idea de la prueba acrobática que hace el ferrocarril después de cruzar el viaducto de Carvalho hasta cerca de Morretes.
Se camina a toda fuerza al Este y sin embargo, cerquita, al alcance de la mano, está la otra línea (la otra digo, porque nos figuramos que pertenece a otra compañía); el tren se engolfa en un túnel pierde su máquina y cinco o seis vagones atrás de un cerriño y! zazz! ya os hace correr al Oeste a toda furia, a 20 o 30 metros abajo del lugar donde acabáis de pasar, mientras que a 200 metros arriba de vuestra cabeza, un puente de fierro os recuerda que no hay otra empresa y que vuestra víbora de metal con alma de fuego, os ha hecho pasar allí... reciencito, diría un correntino.
La cascada «Veo de Novia» muda ilusionariamente su punto cardinal como para desesperar al más paciente. Se corre cuarenta kilómetros por hora sobre curvas que no tienen doscientos metros de radio, en una trocha angosta (!) y sin embargo, los vagones no sufren ninguna trepidación, ninguna sacudida, ni inclinada de sentido al arco más corto. Es maravilloso!
¿Cómo se llegó a conseguir esto? Lo ignoro.
En Francia, la línea de Chambery a Genéve tiene subidas de 3 por 100 y curva de 250 metros de radio y al cruzarla, los vagones forman un plano inclinado como se formará el «Guasca» si nos agarra un temporal.
La línea de Montbrisón a Lyon, ídem, tiene trozos parecidos a la Paranaguá-Curytiba, pero los vagones se sacuden como alma penando.
De Dijon a Paris, es lo mismo.
Poco después llegamos a Morretes, graciosamente sepultada entre bananales que le hacen semejar a una de esas aldeas paraguayas que desaparecen a mitad entre los naranjales.
El tren no da tiempo a contemplaciones platónicas y hay que subir de nuevo en el vagón.
Corremos después por una planicie llena de bañados y cruzada por muchos arroyos. Cerros de color azul-marino nos abren cancha el camino.
Alexandra nos entretiene un rato y luego llegamos a Paranaguá: yo, como bola sin manija y los demás ¿quién sabe dónde?
Voy a la agencia de señores Guimarães y Cª. a retirar mi pasaje y allí me dicen que el «Guasca» ha postergado su viaje para mañana.
Mejor de un lado: voy a visitar la ciudad.
Mientras paso por las calles en busca del ideal soñado, observo que aquí, no es, ni puede ser como en Curytiba. Paranaguá es una ciudad comercial y marítima.
Tiene mucho de cosmopolitismo y de insouciance.
Hay calles estrechas que no guardan simetría con las demás. Otras son anchas y pobladas de bonitas construcciones. El río parece un canal de Venecia por sus balandras, pirogas y lanchitas a vapor que lo surcan. El quai está muy animado por trabajadores. En cada ventana, cerca de entrar el sol hay mujeres, niñas y muchachas que me miran, me desconocen y me miden la catadura financiera por mis botas.
He oído hablar el árabe en algunas tiendas y el inglés y el francés en otras. aquí ya estamos en el otro extremo de Barracón. He recorrido de Occidente a Oriente todo el Estado do Paraná. He vivido con los caboclos, con los montaraces y con personas ilustradas y en todas partes, relativamente a la situación de cada uno, he sido bien recibido. Agradezco.
No digo «Adiós» sino «au revoir» pero también les digo: «Vergeiss mein nischt».
Son las once y es la hora en qué voy a minar con los ojos cerrados sobre la almohada a las elegantes y simpáticas Curytibanas que bailan antes mis ojos, como las willies de Bohemia que la leyenda hace danzar en los claros de los bosques mientras que los rayos de la luna les pasa entrar los dedos.
Julião Bouvier.
Jaguaryahyva
El río Itararé retumbaba a 30 metros bajo de tierra, en un subterráneo de piedra que lo esconde en un trayecto de siete leguas, cuando por fin entraba nuevamente en el Estado do Paraná, después de 26 días de ausencia.
Llegué a la casa del señor Silvestre Marques de Souza, colector de rentas estatal que me recibió muy bien y me hizo olvidar las ingratitudes recibidas entre Rio de Janeiro e Itararé.
Guardo para otra ocasión, aquí y en el libro que pienso publicar, el momento de agradecer a ese buen señor a su Hermano Nicolás y a su esposa.
Crucé por frente de la fazenda del coronel Jordám, donde no llegué por falta material de tiempo y a las 2 de la tarde, aparecía mi humilde bulto en Cayurú, y el siguiente diálogo tuvo lugar entre Don Yo de Córdoba y un señor Antonio Miranda, guarda almacén de la compañía São Paulo Rio Grande, y según parece deus machina de esa comarca.
Don Yo (chiquito y sucio)―senõr ¿No hay donde comprar cigarros?
― Don Él (Antonio Miranda, nveyára de la pequeña población.) Nó.
― Don Yocito (más chico todavía.) ¿No puede mandar un telegrama el señor presidente del Estado?
― Don El. No.
― Don Yocicito―¿Y al señor director de la compañía?
― Don Él (más gordo.) No.
― Don Yocicito―¿Y al senõr Matieu Voulé?
― Don Él (reventado de orgullo.) No. Upamá la festa iguatá tereio pense yó en guarani, y me largué emborra.
Eran las once de la noche cuando apercibí Jogoayrahyva. La luna la pintaba pintorescamente sobre la colina que la sostiene. La cachoeira del río, blanqueada por la hermosa Hébé, despedía sus simpáticos randoles que lloraban como una canción materna al lado de una cuna.
Jamás la naturaleza me había parecido más bella y más simpática a mi corazón!
Jagoaryahyva es uno de los lugares más bonitos que engalanan el Estado do Paraná. Posea un sistema hidrográfico sin rival en el mundo y sus cacheiras son tan numerosas como las del municipio de Goarapuava.
Entre la divisa del Estado de São Paulo y Jogoa y hyva conté 15 ríos en una distancia de 9 leguas más o menos: Tunil, Pelami, Yaguaraycatú, Brugre, Retiro, Dos, sin nombre, Ribeirón Fondo, Cayurú, Rio das Mortes, Joaquim Menino, Ayudante, Lambarz, Miseria, Jagoaryahyva e Capivari.
Los saltos y cascadas que embellecen a ese municipio son igualmente innumerables.
Citaré aquí solo los principales: Lagiado Grande, Cacheira do Tigre, Cachoeirinha, o Funil (50 metros), Capivari, Limoeiro, Rio das Cinzas (30 cachoeiras), Rio Yrivá en la fazenda del mayor Virgilo Xavier da Silva, Godó (20 metros), rio das Mortes, Rio das Carreras, Cacheira da Serrinha, dos saltos más en la fazenda del Doctor Joaquim Pereira Filicio, y cientos de otros más pequeños, pero todos de ocho a diez metros de altura.
¡Qué riquezas!
¡Cuánta hulla blanca!
Si Jagoaryahyva es bonito, sus habitantes no dejan de embellecerla más con las prendas Morales de su corazón.
Allí, blancos y negros, viven patriarcalmente. No hay orgullo social ni diferencias de clases. El caté, tipo que tanto abunda en la Argentina, Paraguay y Bolivia, es allí desconocido.
De mañana los Jagoarybenses salen a la calle y hacen la causette en familia.
La población tiene más o menos 8 a 9.000 habitantes esparcidos en el municipio entre Ribeirón de Torres de Norte a Sud sobre 15 leguas de ancho, distinguiéndose el punto llamado «Cerrado da Cinza» a siete leguas de Jagoryahyva.
Hay plantaciones de café en Tucundaba y Morongaba, y canteras de piedras calizas.
El clima es agradable. Hacía frío cuando yo pasé, pero también lo hacía en Rio de Janeiro y São Paulo y no era de extrañarlo pues en la simpática cabeza de frontera.
Jagoaryahyva tiene como 175 leguas de montes, intactos, todavía, y debe conservarlos para más tarde, cuando unido por el tren con Itapetininga puede usar entonces de esa riqueza natural.
En Tomazinha hay dos minas de carbón que contribuirán a dar impulso al movimiento industrial del municipio jagoarybense, comarca demasiada nueva 30 años para ser más de lo que es.
Mañana, es otro día, dice el refrán, y mañana continuaré si el señor director me lo permite.
Julião Bouvier
De Asunción a Rio de Janeiro
Impresiones de un viajero
Señor Director del Diário da Tarde
Si l’on veut bailloner la parole, elee se change en lumiére – Victor Hugo
Voy a darle una muestra de la prosperidad (!) de que goza la mayor parte de la Colonia Italiana en São Paulo, según Fanfulla (un tibiriçado como Le Courrier Du Brésil) y A República.
Un jornalero gana allí a lo sumo 3000 reis por día, lo cual, al fin del mes descontando las fallas le dan una entrada de 65.000 reis mensuales. Paga de alquileres de casa 25 a 30.000 reis, por lo menos. Así pues, le sobra 40 o 35.000 reis para comer, vestirse y mantener su familia.
Tengan en cuenta, Señor Director, que allá en São Paulo todo es más caro que en Curityba. El kilo de tocino vale 2.000 reis. La carne vale 700 reis el kilo. La leña viene de lejos y con 400 reis diario no se alcanza casi a cocinar.
Ahora bien a ese jornalero le queda 1.200 a 1.800 reis por día para mantener su familia. Gasta 400 en leña, le queda 800 a 900: con cuyo dinero tiene que vivir al yugo de la negra miseria.
En Agua Branca en la fábrica de vidrios hay jornaleros que ganan 2.800 reis diarios y tienen familia, pero sus criaturas se crían sucias, muertas de hambre y sin educación.
¿Qué sucede, Señor Director? Esos italianos escriben en su patria: «No vengan al Brasil» y a causa de esto, a causa del desgobierno tibiriciente, a causa del Estado do Amazonas entregado al cacicazgo, pagamos todos y los inmigrantes no quieren venir.
Todo esto es grave, muy grave.
Los fazenderos, plantadores de café engañan a los colonos, los hacen trabajar como burros y hasta bajo de lluvia y cuando a tres años llega la hora de cumplir sus compromisos, los embrollan y los ponen de patitas en la calle.
Y ¿a quién van a reclamar eses infelices, si hasta el mismo cónsul está tibiricado?
Salga a luz la verdad por triste que sea para el Brasil. Europa y el mundo entero admiraron su franqueza como admiraron la de Francia en el asunto de Panamá.
En Agua Branca a eso de las 10 y media y once de la mañana, se ve unas muchachas correr hacia su casa para comer y volver a la fábrica donde trabajan.
En esas fábricas pierdan su salud. Se crían raquíticas. Viven por el rostro y por los ojos. Son bonitillas, pero no tienen fuerza para ser madres de familia.
De São Paulo a Sorocaba no se respeta lluvia ni domingo. El blanco ha remplazado al negro en el yugo de la esclavitud. A las turmas de la Sorocabana no las dejan ni hablar entre sí. Ni aunque llueva a chorros no pueden dar hospitalidad a un viajero que pasa.
El reglamento les ha atrofiado el cerebro.
Ya puede Fanfulla tocar el bombo todo lo que quiere, pero hacérnosla tragar! cuando!
Malledetto Brasil! dicen los italianos de allí y con eso, nosotros del Estado do Paraná aguantamos el chubasco y se estrellan en Europa los más buenos esfuerzos de propaganda.
Señor Director: yo no sería amigo franco y verdadero de los brasileros si yo callara esas cosas. La opinión sensata está con nosotros.
En cuanto al engreído gobernante que desde São Paulo me hace sitiar por hambre diré por él esos versos de Miguel Flores:
Es solo una sombra
que cruza la vida
estéril, errante,
mezquina, perdida,
cerebro sin mente,
pupila sin luz
Julião S. Bouvier
https://memoria.bn.gov.br/DocReader/docreader.aspx?bib=800074&pesq=juli%C3%A3o%20bouvier&pagfis=9592
Amor y palos
Señor Director de «A Noticia». Debiendo partir el lunes para la colonia Iguazú desearía publicar el juicio que me ha merecido la nación brasilera durante tres meses que he permanecido en su patria para que si alguna persona considera injusto mi criterio me puede contestar con tiempo.
Debo decirle desde ya que para mí, la nación brasilera es la que reúne más prendas morales entre todas las naciones sudamericanas. Me quedé confundido realmente al ver la amabilidad, la fina educación y la generosidad de los brasileros.
En su trato social tienen la dulzura de una niña. No se puede llevar a más alto grado la urbanidad.
La mayor parte de los brasileros son muy ilustrados, pero muy modestos. No hace alarde de su saber. Los oficiales del ejército sobre todo son muy aplicados al estudio: entienden todos, de ingeniería, fotografía e idiomas extranjeros.
La honradez es aquí un culto. Es muy raro ver a los periódicos publicar asunto de robo. Se puede cruzar los sertãos entre los caboclos con miles de contos en el bolsillo, sin peligro de ser asaltado.
En el Brasil, hay más garantías individuales que en cualquier otro país de la América del Sud, y en el Estado do Paraná la hospitalidad es una especie de institución religiosa. Es pues el territorio más digno de recibir inmigrantes.
Pero en el orden interno encontramos muchas veces injusticias demasiado chocantes. Las grandes inteligencias están debajo de los pies de las inteligencias embotelladas. En una palabra sobran hombres y falta carácter.
Eso sucede en todos los países nuevos, no lo niego, pero extraño en el Brasil donde hay tanta ilustración.
Queréis una prueba o dos o mil?
Edmundo de Barros que era una inteligencia sobresaliente apenas llegó a ser capitán. El teniente Aranha que podría ser coronel por sus conocimientos científicos se envejece en su mismo grado jerárquico. Su cambio eso, ocupa el Ministerio de la Guerra el Mariscal Hermes da Fonseca que deja desamparadas y sin un soldado, centenares de leguas, fronterizas desde Foz do Iguazú hasta Sede Quedas y de Sete Quedas hasta el antiguo fuerte de Coímbra.
Los brasileros son demasiado nobles, demasiado confiados. Como no piensan mal suponen que todo el mundo les es semejante. Politiquean como en Bizancio mientras que los Turcos escalaban las murallas. Son imprevisores y metódicos por demás. Gastan años para hacer lo que otros harían en un mes. Hasta hoy no han podido hacer las estradas estratégicas de Palmas a Barracão y la de Curytiba a Matto Grosso.
En caso de guerra con la República Argentina, los bolivianos vendrían a tomar baños en el Paraná Panema y los argentinos vendrían sin tropiezo cantar milongas a las Guarapuavanas.
Julião Bouvier
(Continúa.)
Quo Vadis?
Señor director de «A Noticia».
En su apreciable periódico del viernes pasado critiqué con palabras decentes la actitud del Agente Consular Francés que intervenía lastimosamente en un asunto donde nada tenía a ver.
Ese señor contestó empleando las palabras «bebado, explorador, vagabundo, frére de la còte (salteador), etc.»
Como no tengo diccionario de insultos en mi poder, y como mi padre, mi madre y mis maestros se olvidaron de enseñarme groserías, no tengo más nada que ver con ese señor.
Pido pues jury de honor compuesto de redactores de A Noticia, A República, Diario da Tarde y tres militares para probar lo siguiente, con 35 documentos sellados por diversas autoridades de Sud América: que mi conducta ha sido intachable durante toda mi vida.
― Que el señor Tibiriça en persona puede probar que nada le he pedido para mí.
― Que el mismo doctor João Candido me dijo ante el señor Romario Martins, «Encontré tan importante su carta que enseguida la mandé al Barón de Rio Branco.»
― Que de aquel se avisó al Cónsul Francés en Santos que yo era un explotador argentino o español que me hacía pasar por francés. (!!)
― Que soy pues víctima de una intriga, y que yo merezco ser rehabilitado ante el público por la palabra insospechable del jury de honor
Julião Bouvier
https://memoria.bn.gov.br/DocReader/DocReader.aspx?bib=187666&Pesq=JULI%c3%83O%20BOUVIER&pagfis=2164
Amor y Palos
(Continuación)
La mujer brasilera es muy honrada y muy cariñosa. Sin ser orgullosa, sabe hacerse respetar del más atrevido décavé con solo su dulce y honesta mirada. En el Brasil el adulterio es más un crimen moral que un crimen social.
Hasta las Mesalinas se esconden para ejercer su profesión. Si se exceptúa Rio de Janeiro donde en la rua São Jorge, ces dames son demasiado escandalosas y la policía demasiado tolerante, en ninguna otra parte se nota públicamente la presencia inevitable de estas válvulas de seguridad.
Cuando yo decía a mis amigos brasileros que en el Paraguay hay hombres que se glorían de tener tres o cuatro mujeres, no me han querido creer, y sin embargo, las tienen, pero los mantienen, sí.
La honestidad parece ser una cualidad innata en ambos sexos: un brasilero podrá llegar hasta los umbrales del crimen si por desgracia le tocara el triste rol de ser el uomo delinquente de Lombroso, pero no podrá nunca aprender a mentir: una brasilera ha de dejar caer sus alas de honradez, como sucede a muchas mujeres, pero solo Dios y su amante lo han de saber.
En París, ciertas señoras casadas (no todas; gracias a Dios!) se vanaglorian a sus amigas de tener uno o más queridos, afuera de su esposo. En el Brasil ha de morir antes de pronunciar una sola alusión al respecto.
Aquí, niñas de doce a quince años andan solas por la calle. En otras partes ¡Dios nos libra!
En Londres, en París, en Asunción y en Posadas hay niñas de ocho a diez años que ya saben traducir la Biblia.
¡La Biblia horizontal!
La italianita de trece años que yo encontré en São Paulo ha sido una excepción a la regla general.
¡Una flor arrojada por la miseria en un arroyuelo!
¡Un bijou caído en el fango!
(Continua)
Julião Bouvier
RIO DE JANEIRO
Una ciudad enorme que aplasta al visitante. Un trono a beira-mar. (1).
Jamais conçue...
Toujours vivante.
Creo haber dicho en un diario que era una hermosa princesa que despedía electricidad por la punta de los dedos.
Es una ciudad xicofaga.
Un cordón umbilical la une con su hermanita Guanabara.
Pues bien. Cortad el cordón, si posible fuera, y Rio de Janeiro será siempre la primera ciudad del mundo.
Su Avenida Central desafía toda comparación.
Buenos-Aires y New-York no tuvieron concepciones arquitectónicas de esta índole.
New-York, es un montón de cubos: Buenos-Aires es una lucha de la ilustración contra la rutina: New-York levanta quince a dieciséis pisos para aprisionar a la inteligencia humana, Buenos-Aires ilumina su frente con la Avenida de Mayo, pero Rio de Janeiro, aplasta y seduce al mismo tiempo.
No se sale de allí sin una fuerte impresión en el cerebro.
Sus jardines causarían envidia a los más renombrados del mundo.
En la Praça da República, en el corazón de esa gran ciudad que palpita emocionada como una niña que escucha las primeras alabanzas a su hermosura, se goza de una soledad tan plácida como la que se disfruta en las cercanías del Guairá (Sete Quedas).
Avecillas, palmípedos, venados, etc., viven allí tan mansamente habituados con los visitantes que parecen ser miembros de nuestra familia. Cisnes blancos unos, y pescuezos negros, otros, doblegan suavemente su hermoso cuello, esperando un cariño.
El alma brasileira aletea allí. Toda simpatía, toda atracción, toda grandeza.
A cincuenta metros de una gruta silenciosa, un bond eléctrico levanta fuego en los cables y hace chisporrotear los rieles
(1) Desafía a cualquier traductor, para dar la expresión de beira-mar.
Julião Bouvier
Cien mil habitantes
SIN ESCUELAS
Señor Director d’«A Noticia»:
No me vaya a considerar como el gallego del cuento.
―«¿Qué cuento? ¿Qué gallego?» dirá Vd.
Espere un poco, y se le voy a decir.
Una vez, un gallego, se fue a un pueblo lejano del suyo, y el día domingo acompañó a la iglesia a un pariente. Casualmente, ese día, el predicador estaba furioso contra los crimines del bello sexo. La manzana de Adán, la maldita Eva, la mujer perdición del hombre (menos la cocinera del predicador) el peligro de las diversiones mundanas, etc.: todo desfilaba en el sermón como tribu de bugres que caminan uno, tras del otro.
Las galleguitas, las gallegazas y los gallegotos lloraban como la cahoeira dos Elias, pero el forastero permanecía petrificado como la estatua de Loth.
―«Y tú ¿Por qué no lloras?» le dijo el pariente.
―«¡Cómo voy a llorar, si no estoy en mi parroquia!» respondió el otro.
Pues bien, señor Director, no estoy en mi parroquia, y sin embargo, lloro sobre las imprevisiones de otros.
¿Quiere creer, Doctor, que entre Ponta Grossa y Guarapuava, con cien mil habitantes a ambos lados del camino, no hay ni cinco escuelas rurales?
Francamente hablando, es una vergüenza para el Brasil.
¿Qué hacen esos gobiernos que descuidan tanto la educación del pueblo?
¿Cómo puedan pensar en futuras glorias mientras nuestras pobrecitas criaturas se crían como los terneros en el campo?
Entre Boa Vista y Barracão, 27 leguas, no hay una sola escuela.
Y hay cerca de diez mil habitantes.
Señor Director.
Los gobiernos mal acompañados deberían más bien andar solos, porque si no, nos dan siempre el triste espectáculo del paralítico llevando al ciego
Julião Bouvier
Arrorró mi niño…
Señor Director de «A Noticia»
Voy a empezar cantando como las madres cordobesas cuando mecen la cuna de sus hijos.
Tenga paciencia, Doctor
Arrorró mi niño
Arrorró mi sueño
Dormite pedazo
De mi corazón
La rueda del carro
al niño mató
la virgen del Carmen
lo glorificó.
Esto, lo canto desde 80 leguas de Curityba y 300 de Rio de Janeiro, para su Grandísima (!) Excelencia el Mariscal Hermes da Fonseca.
Ahora no faltará algún estúpido que dirá que yo le tengo rabia al mariscal.
El Señor Hermes da Fonseca parece realmente que es ciego, sordo y mudo.
Desconoce los grandes intereses de la patria y hace piruetas en la nulidad.
Palmas que debería ser un campo de manobras como Chálons-sur-Marne en Francia y Guarapuava que debería ser una base de operaciones de guerra, permanentemente preparada, son ciudades desamparadas.
Chapecó tiene dos oficiales y un soldado; Chopim, tiene tres oficiales y dos soldados; la Colonia Foz do Iguazú tiene ¡Vergüenza de las vergüenzas! ocho soldados, tres o cuatro oficiales y ni un solo cañón.
Allí!!
Allíİİİİ
Allí, donde está señalada la puerta para el invasor, en un caso de guerra.
Oh! Señor Hermes da Fonseca!
Fréré Jacques
Dormez-vous
Sonnez les matines
Ding, dang, dong!
En otra correspondencia trataré la cuestión bajo el punto de vista del tecnismo militar, y estoy seguro que ningún oficial brasilero me dirá lo que apéles al zapatero. No más arriba del zapato porque yo también, como el hijo del Campoamor mexicano, Juan de Dios Peza, cuando disputa con su hermanita Margot, puedo exclamar:
«Soy coronel de artillería.»
Julião Bouvier
Analfabetismo consentido
A veinte y dos leguas de Guarapuava, más o menos y hacia el Occidente, vive una población llamada Larangeira por unos y Colonia Mallet por otros. Tiene una bonita estación telegráfica y su frente una iglesia que parece trasladada de las estepas rusas. Sus habitantes por lo general son indolentes y de pocas aspiraciones, además rinden por sobremanera excesivo culto a Dona Pinga siendo ese culto causante y origen de peleas y grescas fenomenales no siempre castigadas por la Ley.
Bajo el punto de vista histórico recuerda aun la famosa estadía del no menos famoso Juca Tigre: degüellos, asesinatos, violaciones y saqueos: todo el acompañamiento fúnebre de las revoluciones manejadas por ignorantes fanáticos, sin ideal y sin humanidad.
Y como si alguien dudara de la incapacidad estratégica del caudillo apuñalador de prisioneros, aun se ve los túmulos de tierra, supuestos reductos donde unos cañones amenazaban al viento del SE, apretados por la garganta y sin poder girar.
Pues bien, en ese vecindario, asiento incontestable de un futuro pueblo en lo venidero, existen cerca de doscientas criaturas que se crían poco más o menos como los terneritos en el campo.
Hay iglesia, pero no hay escuela.
Parece mentira que los encargados de la Instrucción pública en el Estado do Paraná cometen tales descuidos y manifiestan su presencia por tan criminal indiferencia.
¡Doscientas criaturas sin escuela!
¡Ni en la Gran China!
Julião Bouvier
Las futuras colonias
No quiero que se me haga decir lo que no digo, y por eso, quiero dejar constancia que yo no combato la inmigración, al contrario, solo desearía que el caboclo no quedara afuera, y para eso, hay un modo muy sencillo de levantarlo más arriba de su condición social, material e intelectualmente hablando.
Para eso, vamos a hablar otro poco de agricultura.
En el Estado do Paraná hay dos plantas que, cultivadas por todos los que piden al trabajo honrado de labrar la tierra el sostén de su familia, pueden revolucionar el sistema económico del país y triplicar las rentas de la exportación y por consiguiente la riqueza del territorio.
Estas plantas son el algodón y el tabaco.
Son entre paréntesis o sin paréntesis también, las más despreciadas.
Los odian, les tienen miedo, parece que, al igual de las cachoeiras, encierran duendes, esfinges, brujas, demonios, ánimas penando y la mar de cosas horrorosas.
Y sin embargo, retribuyen más que ningunas otras el trabajo del hombre y sufren conducciones lejanas sin que su valor rebaje por eso más de un ocho a diez por ciento, mientras que el maíz tan querido paga el 50 a 80 por ciento de conducción sobre su valor real.
Hablemos primeramente del algodón.
Esa planta da en cualquiera parte del territorio, no requiere tierras especiales ni grandes cuidados.
No exige aradas todos los años.
No precisa grandes carpidas.
Aguanta seca y no se incomoda tanto por la lluvia.
En una palabra es una planta especial para las casas de numerosa familia.
Un arquero de algodón, da en el Estado do Paraná trescientos arrobas de capullos con semillas o sean cien arrobas sin semillas, a quince mil reis la arroba son un conto y quinientos mil reis de rendimiento por arquero.
¿Quieren más pruebas?
En Itapetininga, los que no tienen tierras (y son muchos) las alquilan a razón de 60 a 80 mil reis el arquero por año, plantan algodón, conchaban peones, salvan sus gastos y todavía salen ganando.
Calculemos ahora que si los 40 mil agricultores del Estado plantasen solamente medio arquero cada año, sería treinta mil contos de reis derramados anualmente en la circulación monetaria del Estado.
Plantado así el problema ¿en qué sentido se hace la propaganda salvadora?
Ahí está el quid.
Sin embargo el secreto no es grande.
Se da el siguiente decreto:
Art. 1 ― Todo agricultor que haya plantado, cuidado y cosechado, un arquero de algodón tendrá derecho a un premio de 200 mil reis en efectivo por el primer año.
Art.2 ― Los que hayan plantado, cuidado y cosechado medio arquero, tendrán derecho a un premio de cien mil reis en efectivo.
Art. 3 ― Las plantas deberán estar colocadas en liños a dos metros de intervalo cada liño, y a un metro y cincuenta centímetros cada planta.
Art. 4 ― Exonérese de todos derechos durante cinco años a las fábricas de tejidos que se instalarán en el interior del Estado.
Art. 5 ― Levántese por diez años todos los derechos estaduales que corresponden al algodón en ramo, o en forma de tejidos, destinados a la exportación.
Art. 6 ―Toda plantación nueva durante los cinco años subsiguientes a esta fecha, tendrá derecho al mismo premio que las anteriores.
Art. 7 y principal ― Entréguese por cuenta del Gobierno del Estado al señor Julião Bouvier, una camisa de algodón cada siglo en reconocimiento de la bondad de su proyecto.
Dado en Palacio de Kirikiki en el planeta Marte el 15 de setiembre de 1907.
Sully XIV
Eu, tabelião de Sua Magistad o escrivi:
Julião Bouvier
LAS FRONTERAS DEL BRASIL
On n’y croit pas, et le
lendemain quand on se
réveille on trouve l’aieule
éventrée et le berceau vide.
Luis Jacolliot
Dejaremos la palabra a un brasilero insospechable, el señor Ferreira de Araujo.
Habla el distinguido publicista:
«Conviria nem lançar um véu sobre males que nos cercam e são reais, nem revestir de falsos ouropéis os bens de que verdadeiramente gozamos, mas ver as coisas tais quais são, levar corajosamente o ferro a chaga e arar a terra de que há de surgir a grandeza da pátria.»
Tenía razón, es preferible la verdad, por triste que sea, y no hacer como el avestruz que se cree libre de persecución con esconder la cabeza entre las alas y las costillas.
Una de las cosas que más comprometen la integridad de la defensa nacional, es la inactividad de los cuerpos del ejército. El gobierno militar no tiene reparo en mandar a un oficial a Matto Grosso o a Iguazú por caminos espantosos; pero cuando se trata de mover un batallón de un punto para otro, son verdaderas palpitaciones de paloma asustada.
Arthur Jaceguay comentando las palabras del Capitán Mahan en su obra: “Influence of Sea Power on History” dice: «En el estado de paz los inconvenientes de la inactividad son mayores. El nivel moral de la oficialidad baja todavía más que el de la aptitud personal...»
Y la inactividad así como la falta de conocimientos prácticos y del terreno son casualmente lo que distinguen al mando superior en el Brasil, lo que hace decir a los extraños que esa nación tiene en Rio de Janeiro un estado mayor POUR LA GALERIE.
Hace más de un año que se debe mandar fuerzas a Guarapuava y a Palmas, pero hasta hoy, todo no pasó de proyectos, conversaciones y publicaciones en los diarios.
Y por colmo de desgracia el general Magalhanes encuentra más mejor, más ventajoso y más estratégico el pueblo de Tubarão en el Estado de Santa Catarina para concentración de fuerzas. Tubarão! a 100 leguas de la frontera.
¡Cómo no! Para mandarlas después sobre Palmas si acaso el señor Afonso Pena falla en contra del Estado do Paraná.
La política! Siempre la política!
Mientras tanto la colonia Foz do Iguazú tiene apenas ocho soldados para hacer frente a los veinte mil que los argentinos pueden poner allí en cinco días a lo más tardar. De la misma colonia Foz do Iguazú hasta Sete Quedas no hay un solo soldado brasilero, pero en cambio, hay dos a tres mil argentinos, vaqueanos de los mattos, desde el rio hasta Katanduvas. Los vapores, los yerbales, los obrajes de maderas todo son suyos y en poder suyo (1). En caso de estallar una guerra son 600 leguas de montes o sean 21.600 kilómetros cuadrados que caerían en su poder, sin ellos tirar un solo tiro, y de allí no se les desalojarían jamás, a no sea que O Paíz traiga el retrato de un Moltke brasilero y fulmina a los invasores con tan solo enseñarles la noble figura de su ídolo.
Si a eso se reducen los conocimientos militares de O Paíz ya puede guardalos para cuando vaya a plantar batatas.
Julião Bouvier
(Continúa)
(1) Domingo do Nascimento—Pela Fronteira.
PORVENIR DESPRECIADO
Mientras que todos o casi todos tocan el clarín de las alabanzas a una situación para la cual aún no salió el sol; mientras que muchos esperan el maná del cielo o llegada de golondrinas salvadoras, las chachoeiras del Estado do Paraná siguen arrojando inútilmente sobre las rocas de sus abismos sus fuerzas despreciadas, y la tierra de los campos permanece inculta y sin población agrícola.
Muchas palabras, flujos de palabras, mareas, lluvias y diluvios de palabras: he aquí cómo se pretende mudar la faz de la economía política del Estado: parece por momentos que nos hallamos todos atacados por una necesidad irresistible de formar un gran concierto de predicadores araucanos y que igual nervosidad nos sacude y nos haga gritar inconsecuencias.
La realidad nos exige iniciativas, movimientos, empresas y acciones y solo le damos palabras, buenas intenciones y... y esperamos que el Gobierno lo hará todo con alguna vara mágica, con fórmulas cabalistas o con la lámpara maravillosa de Aladino.
Por eso, campos que podrían ser una Virginia ondulante de algodón en las cercanías de las cachoeiras que harían mover las maquinarias de tejer, permanecen estériles, abandonados, cruzados una o dos veces al año por vacas raquíticas que apenas producen para sostener los gastos del fazendero.
Sa prefiere el hacha (machado) que destroza las florestas, al campo que el cultivo puede cubrir de plantas textiles que valen oro en todas partes del mundo. Se desprecia un porvenir risueño y seguro para elegir una rutina secular: la destrucción de los bosques.
El mismo gobierno, escaso de conocimientos agronómicos según se desprende por sus actos, dirige los colonos sobre las selvas pobladas de maderas y los desvía de los campos donde podrían labrarse en poco tiempo una pequeña prosperidad.
Lo más triste es que aferrados en las estúpidas cachazas de los antiguos, los modernos disfrazando su pereza y su carencia absoluta de iniciativas siguen culpando de estéril a la tierra de los campos y de irremediables a las heladas; pretendiendo así disculpar su chocante ignorancia, su profundo egoísmo y su innegable inactividad.
Pero salvarán el porvenir ¡Vayan si lo salvarán!
Tienen para eso un gran recurso: palabras! palabras! y siempre palabras!
Julião Bouvier
(Continúa)
LAS ESCUELAS EN EL ESTADO DO PARANÁ
Al tender acá y acullá nuestras miradas sobre el Estado do Paraná quedamos asombrados al ver la continuidad relativamente exigua de estabelecimientos de educación primaria, cantidad que no guarda ni en lo más mínimo una relación aproximadamente con la población.
Podrán las estadísticas oficiales dar los números que quieran de alumnos matriculados, pero la estadística de los ojos dice otra cosa.
Lo que se deduce, sin contradicción posible, es que en el Estado do Paraná solo los ricos pueden hacer educar sus hijos.
El hijo del caboclo, el hijo del montaraz y el hijo del polaco no pueden frecuentar escuelas porque no las hay en la campaña.
Hay puntos de poblaciones rurales con 70, 80 y hasta cien criaturas donde no hay escuelas.
En resumidas cuentas soy capaz de jugar que apenas hay una escuela para cada diez mil habitantes excluyendo las de Curityba, se entiende.
Alguna culpa corresponde a los gobiernos anteriores, en eso, no hay dudas, pero mucha más la tienen los padres.
Un núcleo de pobladores donde hay 40 a 50 niños de ambos sexos, puede perfectamente bien sostener un maestro particular para enseñar las primeras letras como se dice, o sea: «leer, escribir y contar.»
Pero los padres son tacaños y no se esmeran por la educación de sus hijos.
Prefieren verlos analfabetos antes de gastar 2 a 3000 reais por mes en educar esas pobres criaturas, que al fin y al cabo no aprenden ni a trabajar ni a escribir.
«El gobierno tiene obligación de poner escuelas» dice, y en esto se aferran y se clavan como mula empujada.
«No tengo dinero» dicen.
Sí. Como no!
Para pinga, hay dinero.
Para lotería, hay dinero.
Para juego de barraja, hay dinero.
Para ir a 4 o 5 leguas a ver correr dos sapos maneados que es lo que ellos llaman «carreras de caballo»: hay dinero.
Tan solamente para educar los hijos y para sacar los títulos legales de sus terrenos, es que no hay dinero.
Luego, las pocas escuelas que hay son de una deficiencia notable.
No digo todas, es claro, pero puedo decir que la mayoría es así.
Los ricos que pueden, mandan sus hijos a Curityba, pero cuando son mozos y podrían dedicarse al comercio o dirigir alguna industria, los padres dan codazos de aquí, codazos de allí, y los hacen entrar como empleado del gobierno.
«La burocracia del Estado, ese flagelo social» dijo Bastiat «perderá a todos los gobiernos modernos.»
Y la profecía de Bastiet se realizó.
La empleomanía es un cáncer que roe a todas las naciones. Se ha hecho tan indispensable a los poderes, como la «claque» a un teatro europeo.
Y a quien más castiga la empleomanía es a la raza latina.
«Hoy no se estudia más por amor al estudio” decía el jornalista Sighele en el «Corriere della Sera» hará unos diez años «sino para conseguir del gobierno una colocación que permite vivir sin trabajar.»
Y en esto, la culpa la tienen los padres de familia; nada más que los padres de familia.
Tienen vergüenza de ver sus hijos dedicados a un trabajo honrado e independiente.
¡Oh! ciegos.
Oh! Grandes ciegos.
Julião Bouvier
ESCUELAS DEL ESTADO DO PARANÁ
Cicerón en su De Officiis, criticaba ya la empleomanía de sus conciudadanos. La cosa no es nuevita, como se ve.
Pero hoy está a su apogeo.
Francia la tiene con una túnica de Dejanira que la quema las espaldas.
En Italia es peor todavía.
Hará unos años en Roma hubo dos vacantes en la Prefectura de Policía y se presentaron para llenarlas dos mil seiscientos sesenta candidatos.
En la República Argentina hizo estragos y hoy mismo, en las provincias forma el ejercito electoral de los gobernadores y a veces se convierte en nepotismo.
En el Paraguay acabó de corromper a la juventud.
En Rio de Janeiro es una enfermedad del cuerpo social. En São Paulo, ídem.
Y; en el Estado do Paraná ya empieza a querer echar raíces.
Resulta pues que los pocos establecimientos que hay son almácigos de empleados del gobierno.
Así, se pervierte a los nobles fines de la educación y no se prepara ningún futuro apreciable para la patria.
Los hombres dirigentes deberían meditar un poco sobre las palabras de Mr. Leveillé cuando dijo:
«Los gobiernos tienen el deber imperioso de formar las nuevas generaciones para la acción y no para el ensueño.»
Y el Estado do Paraná necesita de hombres de acción para explotar sus incalculables riquezas naturales.
Com ronds-de-cuir no se hace nada, a no ser política.
Y la política es el chucho de las naciones sudamericanas.
Creo no exagerar en decir que el sistema de enseñanza que se sigue en el Estado do Paraná es inadecuado a las necesidades del territorio y no consulta los intereses vitales de la población.
Aquí se hace lo que en muchas partes también: se sigue a los demás.
Se copia; se imita; no se inicia, no se adapta, no se innova.
Si se exceptúa el Colegio del señor Becker en Punta Grossa, ningún establecimiento de educación llena las condiciones requeridas.
Ni siquiera en lo relativo a la higiene!
Se procede como aquellos habitantes de los países tropicales que quieren hacer agricultura siguiendo tratados de agronomía escritas para los del hemisferio septentrional.
Y se fracasa.
Y claro es que se tiene que fracasar.
El sistema de enseñanza debe ser esencialmente brasilero, y si fuera posible localizarlo más, debería ser esencialmente paranaense.
El profesor Mosso que es un especialista en la materia dice que lo que caracteriza la educación sajona y americana «es la voluntad de ser libre y de procurar la fortuna por el trabajo.»
He aquí una sabia máxima que puede servir de base a las Escuelas del Paraná.
Un pueblo, educado con ese sistema, será siempre un gran pueblo, en la paz como en la guerra
Julião Bouvier
LAS ESCUELAS EN EL ESTADO DO PARANÁ
Boccardo dijo hará unos años; «afirmo que en las escuelas italianas, los niños del pueblo entran mayor parte ignorantes y salen bárbaros.»
El Diputado Férris al citar Italia con 48 a 49 por ciento de iletrados confesó que su patria era «il paese piú analfabeta e quindi piú igonorante del mundo».
¿Qué dirían Boccardo y Ferraris si viesen en el Estado do Paraná, leguas y más leguas sin escuelas y si supiesen que aquí el analfabetismo en el plateau occidental alcanza al 80 o tal vez 85 por ciento?
¿De qué proviene tal abandono de la instrucción primaria?
Lo ignoro; pero ese abandono existe y es innegable.
He observado en mis viajes que en el Estado do Paraná y hasta en la misma Curityba, no existen grandes fortunas ni tampoco grandes pobrezas. La sociedad parece nivelada en una sola clase de trabajadores, con escalas transitorias que no chocan ni la vista, ni los elementos que componen la población.
Pero cuando se trata de la educación, es otra música. Allí sí, aparecen diferencias sociales, porque hay hijos y entenados.
Los que viven lejos de la ciudad no pueden educar sus hijos, porque no hay escuelas. Los beneficios de la instrucción favorecen, pues a unos y abandonan a otros. Y sin embargo, todos son brasileros, todos son paranaenses, o a lo menos habitantes del Estado do Paraná.
¿Por qué esos dos pesos y esas dos medidas?
Yo la atribuye a la escasez de maestros, a la maldita política y a la falta de patriotismo de los encargados de dirigir la educación popular.
Hoy un joven que estudia no se dedica al magisterio, y sin embargo, el magisterio, la agricultura y la carrera militar son las profesiones más nobles que un hombre pude ambicionar.
Y saben por qué, Señores Redactores, suceden esas aberraciones?
Es que los maestros, enseñando el contenido de los textos, creen haber cumplido su misión, y que los padres, de su lado, alientan las predisposiciones naturales de los niños a los empleos fáciles.
Y el más fácil de todos es el empleo con el gobierno.
Digamos a un distinguido profesor alemán cuando pinta los desvaríos de esas pretensiones absurdas y antipatrióticas.
«Al amor de la haraganería, a ese derecho a la pereza, viene añadirse el espíritu de un falso orgullo; la resultante de todas esas fuerzas es una verdadera caza atrás de la vanidad de las clases.»
(Ihering – Der Zwech in Recht. p. 238, vol. 2º)
Luego, la política atrae más que el trabajo honrado.
Eso, sucede en todas partes del mundo.
Y se concibe fácilmente.
La política es un “dolce far niente” mientras que el trabajo es otra cosa.
Y en tercer lugar los encargados de dirigir la educación popular o no conocen las necesidades del Estado, lo que sería seña de pereza o de ignorancia, o se despreocupan de los altos intereses del porvenir de las masas populares, lo que sería falta de patriotismo; o aceptan empleos donde no pueden hacer ningún bien porque el gobierno les niega los recursos necesarios, lo que sería falta de dignidad, porque para un hombre de honor más vale renunciar que ocupar un puesto donde no puede llenar con alto criterio su misión ante el pueblo y ante su conciencia.
Julião Bouvier
JUSTICIA AL MERITO
Sin pretender imponer a nadie los nombres nuevos que di a ciertos ríos y arroyos que recorrí en mi última gira por el Occidente Paranaense, cuando intenté llegar al Salto de Sete Quedas, doy aquí la lista de esos nombres consagrados por el talento o la amistad, con la seguridad que la opinión pública les concederá tal vez una patente aceptación.
Hela aquí:
A un río caudaloso, llamado «San Francisco» (falso) cerca del Río San Francisco de Ontiveros, en virtud de su estéril existencia catalogada de falsa le di vida más propia y más honrosa, bautizándolo «Rio Joaquim Montero».
Al río Itacorá (manguera de piedras) que se encuentra repetido dos veces en la misma región, una vez, como afluente del Galvão y otra como afluente del Paraná, le dejé su nombre como tributario del gran río que Diego Alvear llamaba «pariente de la mar» pero como súbdito del Galvão, lo llamé «Rio Menézes Doria» en honor al leader de la oposición en su calidad de jornalista.
El “Itacorá” es el rio a cuyas orillas, Barthe mandó cortar a flor del suelo los árboles de yerba mate ni más ni menos que los Caraibes que voltean el árbol para comer las frutas.
Al “Corvo Branco” repetido dos veces en el mismo municipio de Guarapuava, lo llamé «Ermelino de Leão» en honor al Ex-Director del Museo de Curityba y de sus hijos.
Al Salto «Ganella» de las Sete Quedas, lo denominé «Salto João Candido» correspondiendo a las amabilidades y deferencias que recibí del Presidente del Estado a mi paso por Curityba.
A otro río, afluente del Galvão y que llamaban «Ramona» nombre de la mujer de un peón del conquistador Domingo Barthe, le soplé la dama y lo convertí al masculino y a mejor merecimiento, llamándolo “Annibal Rocha”, como el simpático editor curitybano, de grata memoria en mis recuerdos del Brasil.
Al Arroyo «Pacheco», lo bauticé más gloriosamente «Arroyo Tiradentes».
A tres afluentes de la ribera izquierda del Galvão abajo de la confluencia del «Joaquim Montero», los llamé «Arroyo Teixeira – Arroyo Machado de Assis – Arroyo Rocha Pombo» respectivamente.
A seis afluentes que descienden de una rama de cordillera, al Norte del Galvão, sobre su margen derecha, los llamé «Claudino dos Santos – Celestino Junior – Quintino Bocayuva – José do Patrocinio – R. Octavio – Afonso Celso».
A tres afluentes del Joaquim Montero sobre su ribera derecha los bauticé: «Itiberé da Cunha – Edmundo de Barros – Alcibíades Plaisant» y a otros tres de la ribera izquierda, llamé: «Leoncio Correa – Mario Chaurais – Ismael Martins».
Esos arroyos no tenían nombres ni siquiera de los indios o de los peones yerbateros.
Eran inexplorados y no figuraban en ninguno de los mapas conocidos.
Son arroyos permanentes, correntosos y sembrados de rápidos y cachoeirinhas.
Salen de un ramal de montañas que formando un acenso circunflejo, arrancan de los cerros Patulá, Cerro-León, Yaguané y Boa Vista dando nacimiento a los afluentes Sud del Galvão, dan vuelta cerca del río da Paz y se apoyan al Oeste a cuatro leguas del río Paraná, Puerto Sol de Mayo, dando vida al sistema hidrográfico maravilloso que abastece el Norte del río Iguazú desde Katanduvas hasta la Colonia Militar.
A un afluente del Río Arquímedes que no tenía nombre lo llamé «Romario Martins» en recuerdo al que fue amigo y lo sería siempre si me conociera mejor.
A un lindo arroyito que pasa cerca de Katanduvas y tiene una cachoeira de cinco metros de altura, lo llamé «Isabel» en homenaje a la Señorita Isabel Lemos cuya amabilidad y esmerada educación no olvidará mientras vivo.
Al arroyo “Irineo” nombre de un soldado de una antigua comisión le cambié el sexo, en honor y preferencia al bello sexo y a todas las Ireneas del globo terrestre convertido en valle de lágrimas por causa de la mujer, según opinión del cura ruteno Mariano Eskira de Prudentopolis que hizo azotar a la polaca Josefina «ad majori Dei glorian».
Hoy es el arroyo «Irenea».
Al río que pasa por la ciudad de Palmas, y no tiene nombre, según me dijeron lo denominé: «Rio do Souvenir» como tributo a los gratos recuerdos que los palmenses dejaron en mi corazón.
Todavía me faltaría bautizar a 8 o 10 afluentes del Río San Francisco de Ontiveros que no pude descubrir por falta de elementos y recursos.
Al bautizar a ríos y arroyos sin nombres o a los que los tenían demasiado vulgares, inapropiados o inmerecidos, he usado de un derecho legítimamente concedido a los que viajan y descubren a costo de sus propios sacrificios.
Todo lo que recorrí del Occidente Paranaense, lo recorrí a pie, solo, sin armas y sin recurso pasando frío, hambre y lluvia, más de una vez, recorriendo comarcas desiertas donde las pisadas de tigres pululan como las hojas caídas. Anduve dos días perdido entre las cabeceras del río da Paz y las cabeceras del Gonçalves Dias y Floriano Peixoto, mojado, sin fósforos para hacer fuego y sin más brújula que una pequeña experiencia de montaraz a medias. He visto casi todo con mis ojos y no por noticias ajenas.
Me creo pues con cierto derecho a dar nombres a las corrientes de agua que no veo figurar en los mapas.
No los impongo a nadie, pero en el mapa de mi uso los conservaré con una obstinación parecida a la de Kerabán el testarudo
Julião Bouvier
Encarnación del Alto Paraná, República del Paraguay.
https://memoria.bn.gov.br/DocReader/DocReader.aspx?bib=187666&Pesq=JULI%c3%83O%20BOUVIER&pagfis=2903
DE RIO GRANDE a MATTO GROSSO
Los Rio-Grandenses que van a Matto Grosso y viceversa, imitan a Kerabán el testarudo: eligen el camino más largo.
Y eligen el más largo, porque a nadie se le ocurrió que el camino de Rio Grande a Matto Grosso, no es por San Borga, Santo Tomé, Posadas, Encarnación, Villarrica, Concepción del Paraguay, etc., cruzando dos naciones extranjeras con muchos gastos, trabas, impuestos, etc.
A los Estados de Rio Grande y do Paraná les conviene acortar ese camino y hacerlo cruzar todo por tierra brasilera; y eso lo conseguirían con la mayor facilidad, si el Gobierno del Estado contratara con particulares, la abertura de un camino de Katanduvas a Sete Quedas, es decir, a la embocadura del Pikyry, dos a tres leguas arriba del salto de Sete Quedas.
Ese camino tendría a lo mucho 30 a 32 leguas y pondría Matto Grosso en comunicación directa con Rio Grande en tiempo de paz como en tiempo de guerra.
Las dificultades no son mayores. He tenido lugar de recorrer parte de esas comarcas y de observar que desde el Sete Quedas hacia el Sudeste, las ramificaciones de las sierras se abren en forma de abanicos (leques) pero siempre formando MAMELONES; es decir que la cadena no tiene solución de continuidad.
Las cuchillas más extensas son de doce a quince kilómetros a penas y de esas, se cuentan pocas, y se pueden evitar.
El camino de Rio Grande, a Matto Grosso pasaría más o menos por los puntos siguientes: Nonohay, paso del Uruguay, Xanxaré, Boa Vista de Palmas, Mangueirinha, paso del Iguazú (paso João Vicente.) Amola Fraca, Laranjeira, Katanduvas, Tormenta y Sete Quedas.
La distancia sería la siguiente:
De Nonohay a Boa Vista 25 leguas.
De Boa Vista a Mangueirina 14 leguas.
De Mangueirinha a paso do Iguazú 4 leguas.
De allí a Amola Fraca 9 a 10 leguas.
De Amola Fraca a Laranjeira 6 leguas.
De Laranjeira a Katanduvas 15 leguas.
De Katanduvas a Sete Quedas, 30 leguas.
Total 104 leguas.
Pongamos 120 leguas: todas por territorio brasilero.
El otro camino, el único que se siguió hasta hoy, atraviesa parte de la República Argentina y TODO EL PARAGUAY de Norte a Sur, costando un ojo de la cara los pasos de los ríos, de las fronteras, etc.
La prensa Rio Grandense y la Curitybana, especialmente tienen allí un tema interesante a tratar; si es que la maldita imprevisión nacional no mete otra vez la cola en el camino.
Y la frontera brasilera, como una sola línea ininterrumpida sería con la unión estratégica de esos tres Estados la mejor garantía de paz y de progreso para el Brasil y para los vecinos.
Julião Bouvier.
Encarnación (Paraguay.) Enero 13 de 1908
https://memoria.bn.gov.br/DocReader/DocReader.aspx?bib=187666&Pesq=JULI%c3%83O%20BOUVIER&pagfis=3023
KATANDUVA
Hacia unos doscientos y pico de kilómetros al O.S.O. de Guarapuava, se llega en un lugar agreste donde el sertão ensanchado por las rozas, forma como a especie de una esplanada en el medio de un embudo: es Katanduva.
Cuatro casas constituyen las únicas poblaciones visibles que rompen la monotonía de las selvas, destacándose entre ellas, la oficina telegráfica que las unen con la civilización.
Lo demás que rodea esas apagadas manifestaciones del progreso humano se diluye en un paisaje estrecho y monótono que aplasta las expansiones del viajero…
Hacia el Este, se pasa el arroyo Mondé, afluente del Adelaida por el paso Lisso o paso Cadete donde en el 1894 fueron ultimados unos jefes y soldados de la retaguardia de Juca Tigre, y más al N.O. corre un arroyo sin nombre, al cual bauticé, Arroyo Isabel, en honor a una agraciada senhorita coritibana de la calle Deodoro da Fonseca.
Una cachoeirita de cinco metros de altura alterna su solitario llanto con los intermitentes martillazos de dos monjolos que ninguna rueda hidráulica pretende destronar.
Unos marranos hartos de raíces y de pinhones se calientan la barriga al sol, mientras que en los piques y senderos se oye mugir las vacas y terneros del antiguo vecino, José Gonçalves.
Todo tira a lo dantesco e impresiona haciendo desesperar del progreso humano.
Y sin embargo allí hay un futuro de grandeza industrial y de civilización que aguarda la llegada de hombres superiores al presente y dedicados al porvenir.
Dígase lo que se quiera, pero antes de 50 años, cuando los Brasileros se habrán convencidos que no basta tener un Edén para figurar en la marcha triunfante hacia adelante, más si es necesario, forzoso, imprescindible trabajarlo y explotarlo, Katanduvas será una ciudad manufacturera, centro de producción y depósito inmensamente provisto de fuerza eléctrica, ciudad que enviará al Brasil y a Sud-América, la luz, el calor, la vida fabril y el movimiento.
Y así, así no más tiene que ser. Tirad una línea de Katanduvas al Salto de Sete Quedas y otra al Salto de Santa María del Iguazú y veréis que Katanduvas es equidistante de ambas cataratas.
Ahora bien: el ferrocarril que unirá más tarde Guarapuava con Foz do Iguazú y Asunción para poner el Paraguay a dos días de Paranaguá, tendrá forzosamente que ser un ferrocarril eléctrico. Intentar abrir camino a la locomotora es marcar el paso de la rutina, eternizar la construcción de la línea y gastar sumas fabulosas.
El ferrocarril eléctrico se impone y lleva la ventaja de poder ser empezado y funcionar pronto desde Guarapuava utilizando el Salto Rio Branco del Ivahy, el São João, el Kurucaca, el Cascabel, Campo Real, o Funi, San Thiago, etc.; y desde el río Paraná utilizando el Iguazú y el Sete Quedas.
Katanduvas se encuentra pues precisamente en el punto matemático de junción de los cables que saldrán del Salto de Sete Quedas y de los que saldrán de la catarata de Santa María.
Katanduvas está rodeado de ochenta a cien millones de pinheiros y, pudiendo acumular centenas de miles de caballos de fuerza eléctrica sería pronto el centro de grandes aserraderos que abastecerían con la noble madera del araucaria a las Repúblicas del Plata por el río Alto Paraná y al Brasil por medio de sus líneas ferrocarrileras.
Es indiscutible también que Katanduvas será comercialmente hablando el punto intermediario entre Matto Grosso y Rio Grande, alén de muchas otras ventajas, demasiadas extensas para ser enumeradas.
Ninguna objeción respecto al porvenir de ese punto puede ser avanzada con criterio; pero, ya es hora que el gobierno del Estado do Paraná se preocupe de estudiar ese punto y ordene sea mudado por las inmediaciones de los arroyos Ilha, Bisora y Cajaty.
Efectivamente, así tiene que ser, pues Katanduvas está situado en un embudo rodeado de altas cumbres e inadecuado para levantar allí el plantel de una futura ciudad.
Luego hay que mandar allí, un Comisario, Policía, autoridades civiles, maestro de escuela y facilitar una pequeña ayuda a los que quieren poblar, Katanduvas, o por mejor decir, sus inmediaciones deben ser el asiento de un Fiscal de Yerbales y de un Fiscal Forestal para que cuiden por los intereses del Estado, explotados como bienes de difuntos.
El tiempo me dará razón.
Julião Bouvier
Villa Encarnación (Paraguay.)
https://memoria.bn.gov.br/DocReader/DocReader.aspx?bib=187666&Pesq=JULI%c3%83O%20BOUVIER&pagfis=3063
Argentina e Brasil
Precedendo um artigo do nosso assíduo e ilustrado colaborador Sr. Julião Bouvier, sobre os negócios políticos do nosso país com a vizinha República Argentina, eis como o jornal La Unión Latina, de Assunción, Paraguay se refere:
«Examinando friamente as condições destas duas nações, nunca acreditamos que a guerra estalaria entre estes dois povos irmãos de raça. Porém há que contar sempre com os “Capitães-Fracasa», que nunca faltam, sempre hábeis a tirar do menor incidente matéria para um conflito. Desejando que desapareçam os “mal estendus” que pode haver, publicaremos alguns artigos de um amigo dos dois povos, considerando que a tarefa que se há imposto a nobre e humanitária.
«Snr. Director de La Unión Latina.»
Os que sonham em esmagar a cabeça a raça latina, os que vociferam sapos e cobras contra os argentinos se são brasileiros, e contra os brasileiros se são argentinos; os demagogos, os energúmenos, os arruaceiros, etc., estes são os únicos que podem desejar uma guerra entre o Brasil e a República Argentina, isto é, os únicos, sem contar os lobos, os inconscientes, os ignorantes se os papamoscas, cuja opinião se mantem eternamente ao redor do zero e não pesa nada, qualquer que seja o prato de balança onde se os lança.
Em primeiro lugar: Por que estalaria essa guerra se não há nada entre os dois povos?
As duas nações não têm nem sequer porque invejar os dons da natureza.
Ambas são fornecidas em riquezas naturais diferentes em espécie, porém não em valor. Ambas são consideradas no velho mundo como futuras glorias do progresso humano. Ellas são inquestionáveis e invencíveis.
Uma guerra entre elas seria uma carnificina algo mais que estupida. Que ofensa tem que lavar? Que afronta a vingar?
Ou será que depois de século e meio e século e quarto se queira remover as discussões do tratado de Madrid e do tratado de Santo Ildefonso, únicos pretextos a desgostos recíprocos no passado?
Seria um absurdo sem exemplo na história.
Pois bem, não há outra cousa: as demais nuvens são excessos de ciúmes, rivalidades diplomáticas, carreiras ganhas e perdidas, turno a turno sobre a pista do progresso; nada mais, isto é, que são cousas comuns a vida das nações no concerto universal; cousas que sucedem entre a França e a Alemanha, entre a Alemanha e a Inglaterra, entre a Itália e a Áustria, América do Norte e América do Sul.
Logo, há um facto digno de notar-se: tanto no Brasil como na República Argentina, os homens superiores fazem todos os esforços possíveis para desvanecer as más impressões refletidas pelas massas populares de sua pátria respectiva, e as tendencias desses homens superiores são credoras do respeito universal, e ainda mais, a cooperação de todas as pessoas sensatas nessa grande tarefa de paz e de engrandecimento ao fim da qual está a vitória da raça latina; seu grande brilho de cometa inextinguível ao lado do sol da civilização triunfante de todos os resaibos, de todas as barbáries que ainda subsistem sobre esta moralmente embrionária.
De minha parte, posso dizer que nem no Rio de Janeiro, nem em São Paulo, nem em Curityba, nem em nenhum centro do Brasil, ouvi uma só palavra denegrante para a República Argentina; e como não faz três meses que venho de lá onde frequentei as redacções dos diários, minhas palavras podem ser acreditadas.
Em minha opinião, tenho os brasileiros por muito amáveis, mui corteses, mui nobres e mui cavalheiros, qualidades que também se encontram, e certo, na sociedade ilustrada de Buenos Aires.
O brasileiro educado nos grandes centros como São Paulo, Rio de Janeiro ou nas cidades europeias, e uma menina em seu trato social.
Sua moral não é puritanismo «nouveau siecle», senão uma tradição sem manchas, um legado sagrado que se transmite de família em família.
Seus costumes raiam na austeridade antiga e não tem nada de afetados.
Ao contrário, estão encarnados na alma nacional; e remontando desde o último negro que sacrifica o presente aos fetiches de seus «candourblés», até o presidente da República que rodea seu alto cargo com um prestígio moral indiscutível; todos tem a peito de sustentar levantada a dignidade da pátria, tornando-a inaccessível as críticas dos estranhos.
O grande obstáculo para que se realize hoje mesmo entre a República Argentina e o Brasil uma confraternidade sem nuvens e sem convenções mentirosas, estriba em que os dois povos não se conhecem reciprocamente na intimidade.
Filhos de suas nações destinadas a ser grandes no futuro, os brasileiros e os argentinos devem completar-se uns a outros, imitando as qualidades do vizinho aquele que não as possua em seu alto grado, porém nunca correndo carreiras sobre a pista, a rebenque desprezado.
O papel que cabe as duas nações e uma «entende cordiale» já que por diferença de caracteres, costumes, clima, etc., uma união franca e impossível.
Frente à frente, o Brasil e a República Argentina devem ser como a França com a Inglaterra. Qualquer outra atitude seria um fracasso.
Em outra ocasião, sr. Diretor, abusarei de sua bondade, para estudar a questão sob o ponto de vista militar.
Julião S. Bouvier.
UMA NOITE ENTRE OS INDIOS COROADOS
Como não é dado a qualquer habitante deste vale de lágrimas o dormir em um toldo de índios coroados, nem de haver-se chegado a proximidade de pessoas que anoitecem em uma casa e amanhecem em outra, nem de haver sido objeto de ódio de meia dúzia de cães fracos com os quais nunca se teve nem sequer relações, vou narrar o que por meu gosto passei quando vinha de Curityba a Foz do Iguaçu.
Sucedeu que quando cheguei ao rio Chagú o encontrei crescido e furioso como o oceano. Quanto a ponte, havia-a levado o diabo.
Alli se achava um sr. Anastacio e outros mais, que iam com uma tropa de cargueiros a Colônia Mi- litar da Foz do Iguaçu e, naturalmente, não podendo passar se entretinham em tomar café e a maldizer a Comissão Estratégica.
No dia seguinte, acabando-se me a paciência me despi, fiz um embrulho com a minha roupa e passei o arroio com a intenção de chegar ao toldo do cacique coroado tenente Pereira, situado a 13 quilômetros do Chagú.
Sua majestade o Tenente-Cacique ou Cacique-Tenente, que para mim e o mesmo, estava recostado sobre uns páos roliços, restos de um rancho caído, e a seus pés, uma índia fraca e dissecada, seca como um bacalhau estava medicando a seu esposo com umas drogas repugnantes que, segundo ela, curavam todas as moléstias.
Manifestados meus desejos de passar a noite na toldería que era um antigo acampamento da Com- missão, sua excelência o tenente Pereira, me fez compreender em um guarani-tupi-kangré, que estava enfermo, coisa da qual não duvidei um só instante ao vel-o acariciar uma garrafa de pinga a qual beijava de quando em quando.
Por consequência, e visto que o palácio não tinha uma só cadeira, uma só esteira, um só banco, um só bordão onde recostar minhas espaduas e meu corpo, sua Majestade me entregou a seu camarista mor e, seguimos pomposamente, acertando o passo um atrás do outro, um... dois um... dois, a militar, até o próximo rancho.
Minha chegada foi acolhida por um silencio mortal. Velhos, moços, machos e fêmeas, gordos, magros, boquifranzidos e pernitortos ficaram petrificados quando penetrei na fumarada do toldo e que me sentei sem esperar convite ao lado do logo.
Sentar-se ao lado do fogo nas tolderías dos índios e um trabalho hercúleo, sobretudo, quando ninguém o convida; porém como já lhes disse, fiz isso sem acanhamento e me coloquei entre uma índia cujos olhos brilhavam como carbúnculos, porém cujas ossudas pernas me recordavam as asperosidades do Marumby.
Meus anfitriões estavam ocupadíssimos em uma tarefa que teria feito estremecer de gosto aos Bastiat, aos Guesde, aos Gasalle e a quantos propagandistas socialistas coletivistas podem caber sob a cúpula do céu: cozinhavam em comunidade, e comiam da mesma forma.
Como podiam cozinhar e comer ao mesmo tempo e cousa mui facilmente explicável: com o pé chegavam os tições debaixo da panela e com as mãos, armadas de umas pinças de madeira ou de bambus pescavam à tout hasard algo do que fervia na panela.
Agora, quanto a dizer-lhes que ingredientes eram os que tiravam tão destramente, como uma cegonha que mete o bico em uma assembleia de caracoles, não me e possível classifical-os em nenhum dos dicionários gastronômicos porém se pareciam a figos passados (ervas fervidas) como a metade de um queijo a outra metade.
«Aproveita-te gaiveta que não te verás em outra» exclamei eu para mim-mesmo e comecei a estudar a meus vizinhos e vizinhas com uma obstinação tal que os convidados ao banquete (!) principiaram os pôr-se ariscos e a mirar-me de soslaio e com desconfiança.
Eram uns dozes a quinze os que guardavam o fogo e mentiam de quando em quando as pinças na panela até que, finalmente, nem pinças nem colheres de guampa (chifre) puderam encontrar algo de substancial para tiral-o a luz.
Ite misa est, pensei eu, e com razão.
Aquilo era toda a ceia e a guisa de sobremesa se puseram a tunguear e a prosear.
São ingênuos, palradores e riem de qualquer novidade. Seus grandes inimigos são goye, a água e mio, o tigre. A água nem a bebem quase, nem a empregam para lavar-se: as mulheres tinham por vestuário uma camisa impermeável de tanta imundície.
(Continua.)
UMA NOITE ENTRE OS INDIOS COROADOS
(continuação)
São muito proseadores e ingênuos ao extremo. Alguns andavam quase nus, porém eles, não formavam maioria. Suas facções são mais suaves que as demais tribos da bacia do Paraná, porém seu idioma tem a mesma procedência tupi.
Os coroados, assim chamados porque se tonsuravam com os padres jesuítas, hoje não usam mais esse costume. Entre as mulheres não vi uma única tonsurada nem nua como em certas regiões, por exemplo, as regiões habitadas pelos guayaquies. Certo a camisa não era de renda e mais parecia pela imundície a um encerado, mas ao menos era camisa ou algo parecido a um saco.
Seus olhos são negros, aveludados, expressivos e infantis, sem embargo de pertencerem a indivíduos que estão sobre as fronteiras do atavismo.
Diferenciando-se dos guaranis que arrastados pelo fanatismo religioso se internaram na civilização, como os antigos charruas no Uruguay e os Pampas e Moscovies na República Argentina, Payaguaes, Caynghuaes e Ibyturokaies no Paraguay, os coroados se arrimam a civilização para queimar-se nela como a mariposa a uma lâmpada.
A pinga, (goyelá) a maldita aguardente os vae dizimando. Para consegui-la vão e trabalham nos ervais um mês ou dois e compram um barrileto dessa sua bebida adorada o qual trazem as costas desde 4 a 5 léguas. Chegando ao aldeamento, o conteúdo vae à massa comum: todos tem direito de beber até cair: velhos e velhas, homens, moças e meninas todos se embriagam, dormem e a paz reina em Varsóvia.
Essa noite passei sem cear, porém não sem divertir-me, observando-os. Não pude também deixar de recordar-me das minhas ceias no Grande Hotel do sr. Freschi tão esmeradamente servidas por meu amigo Alexandre, com tanta abundância de pratos e com a grata conversação do dr. Pernetta na mesa mais próxima.
Onde estava tudo aquilo? Bem diz o rifão: os dias se seguem porém não se parecem.
Algumas vezes fazem bailes e apresentam a reluzir roupas vistosas, porém sem valor. e curioso vê-los também bailar polcas e mazurcas como nós, pois sempre há entre eles quem sabe tocar guitarra ou gaita de maneira que se organizem pares e saia o baile.
De noite dormem com os pés perto do logo e não e raro vê-los levantar cinzas com os pés, quando sonham ou têm pesadelos.
Acreditam em fantasmas e em agouros: não obstante não professam religião alguma.
São indiscutivelmente tipos degenerados, em período de extinção. Envelhecem antes do tempo. Riem por qualquer futilidade como os guaranis, porém passam do riso a seriedade com uma facilidade espantosa.
De todas as raças indianas que conheço na América do Sul, não os únicos que toleram mulheres de vida alegre. Tem suas horizontais como Pariz e Londres, porém são tão feias que nem o diabo carrega com elas.
Representam o que são: não escondem sua verdadeira natureza e dão indícios de sua próxima extinção. Não são desconfiados nem receosos: para isso servem seus cães magros e latidores que parecem estar em eterna compostura para correr carreiras.
(Continua)
JULIAO S. BOUVIER.
UMA NOITE ENTRE OS INDIOS COROADOS
(Conclusão)
Essa noite eu dormi sobre umas taboas de pinho lavradas a machado.
Não sou delicado, porém confesso que o cheiro da imundice da almofada formada per um capote antigo feito farrapos me apertava a garganta.
Apenas me movia um pouco, toda a matilha de cães se levantava da cinza e me atropelava.
Durante essa noite os coroados mudaram cinco ou seis vezes sua cama que era uma tarimba movediça.
Alguns se levantavam, atiçavam o fogo e voltavam a recostar-se no monte.
Outros se levantavam e sentados ao lado do logo, proseavam até dominá-los o sonho.
No outro dia, quando amanheceu, de onze que se haviam deitado, apareceram somente três.
Os demais sem que eu o sentisse haviam seguido para a vizinhança.
São piores que as Vestaes, puis têm fogo aceso dia e noite em todos os toldos.
Não é raro ver entre eles tipos brancos e até meio vermelhos.
Poder-se ia acreditar em una regeneração, evolução ou seleção. Nada e mais errôneo: tudo e todos estão condenados a desaparecer.
O raquitismo se apoderou de seus ossos e de seu sangue. São índios sem força, sem tradições e sem façanhas.
Nada resta neles de seus avos os Mayos e os Muiscas.
São balas perdidas que rodam ao acaso.
Seu dialeto mesmo e uma regressão aos dialetos primitivos: muitos k, como os povos escandinavos.
Muitas escadas e degraus para sustentar uma conversação.
kokret—casa fedorenta.
korengue—não presta.
kambé—veado.
kokamé—paca.
bek—machado.
mikcho—leão.
Oyur—anta.
Oxá—tateto.
goye—água.
goyefá—aguardente.
kram—porco do mato.
E tudo isto adicionado de muito zein! aos cachorros que nem sequer se dão por achados.
Pobres coroados, tão mansos e tão humildes.
Apenas existem uns duzentos ou trezentos em todo o Estado do Paraná.
Vae victrix!
Por caminhos diferentes correm para o mesmo fim implacável, como correm os caynghuaes, os guayaquies, os ybyturokaies no Paraguay, os Chamacocos, os Tobas e os Moscovies no Chaco, agrupados todos em um círculo que rodeia a raça guarani salva do esquecimento e da morte histórica por seu idioma de amorosos giros e ternas comparações que superam a toda a imaginação nas línguas mortas como nas línguas vivas.
Ao amanhecer escapei-me como pude do toldo e dos cães. Passei no quilômetro 147, o Ribeirão Tenente Pereira, nome do último cacique notável que na véspera jazia sonolento sobre uns paus.
E assim parti sem olhar para traz que com azas de ouro me precedia a recordação de uma formosa Curitybana.
JULIAO S. BOUVIER.
Villa Encarnación, Paraguay.
https://memoria.bn.gov.br/DocReader/DocReader.aspx?bib=187666&Pesq=indios%20coroados&pagfis=3109
ASSIM SE ESCREVE A HISTÓRIA
Referindo-se aos acontecimentos que ultimamente se tem dado na imprensa argentina, com respeito ao Brasil, o nosso ilustre colaborador sr. Julião Bouvier, cujo amor pela paz e especialmente pelo nosso país já e conhecido dos nossos leitores, dirigiu ao jornal El Enano, que se publica em Asunción, Paraguay, o artigo que abaixo segue com o título que encima estas linhas, que foi publicado em 09 de fevereiro p. findo.
«Sr. Redactor de El Enano.
Como seu semanário imparcial e justiceiro transpõe a fronteira, rogo-lhe me admita a publicação de um solene desmentido ao diário portenho «El Nacional» de 13 de novembro, cujo editorial e um tecido de calunias e acusações sem pé nem cabeça ao Brasil.
Diz o citado diário que os brasileiros se apressam em construir vias férreas para a fronteira com a fim de ameaçar a Argentina.
Tanto e assim, sr. diretor, que a linha de Matto Grosso nem sequer está traçada e que os meninos de peito, de hoje não correm muito perigo de vê-la chegar a Cuyabá, ainda que vivam cem anos.
A Colônia Militar da Foz do Iguaçu tem oito soldados (!) e está a 800 quilômetros de Curityba onde há algumas pequenas forças. A via férrea de Curityba a Guarapuava, está a 12 quilômetros da estação Fernandes Pinheiro da linha São Paulo-Rio Grande e a 600 quilômetros da Foz do Iguaçu.
Para ligar São Paulo com o Estado do Paraná, isto é, de Itapetininga com Jaguarahyva faltam ainda 216 quilômetros de terraplanagem; e como os brasileiros, imprevidentes e confiados como são, gastam dez anos para fazem o que os outros fazem em dois, fácil e conceber que nem em 30 anos se concluirão essas vias férreas que somente serão uteis para a defesa e para o comércio e indústrias.
Em um caso de guerra a vantagem seria, pois, dos argentinos que poderiam ocupar Matto Grosso e o Estado do Paraná sem gastar um só tiro.
A propaganda do “El Nacional” é, pois, tão injusta que dá asco aos que sabem do que se trata.
Em cinco meses que estive no Brasil e em um trajeto terrestre de mil e duzentas léguas, não ouvi uma só palavra contra a República Argentina. Ao contrário. Todos os brasileiros diziam mais ou menos o seguinte: “Não sabemos por que os argentinos nos tem ódio; nós não lhes fizemos nada e nunca os insultamos. Si eles quiserem peleja terão que declarar-nos a guerra sem motivo, porque nós não os aborrecemos.”
De que lado está a nobreza de coração?
Do Brasil e claro, e não de certa imprensa portenha provocadora, inconsciente e demagoga que nem sequer por patriotismo pode calar-se, em lugar de atiçar o estupido fogo de uma discórdia que não tem razão de ser, porque no fim de tudo, não há nada entre eles.
Uma guerra entre essas duas nações poderosas seria a ruína espantosa para vencidos e vencedores; seria a morte da raça latina e a assinatura do seu contrato de escravidão a outras raças mais metódicas e previdentes; seria cataclismo para toda a América do Sul e um atraso para a mesma Europa que não teria mais saída para suas correntes migratórias; e talvez, seria uma evolução retrospectiva para toda a humanidade.
Deus nos livre de presenciar jamais semelhante choque!
Nenhuma das duas nações se acha militarmente preparada para essa guerra; as primeiras operações seriam verdadeiras carnificinas com todos os horrores de que e capaz a besta humana.
Por isso, os jornalistas de ambas as nações que pregam o ódio, que semeiam a discórdia com suas épicas diatribes e com suas gritarias de energúmenos, merecem as maldições do mundo inteiro, por mãos e miseráveis, por cobardes, por inumanos e por traidores a sua pátria.
Julião S. Bouvier.